De la lucha a la victoria. La historia del voto femenino en México
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De la lucha a la victoria. La historia del voto femenino en México

Viernes, 24 Octubre 2025 00:05 Escrito por 
Ecos del pasado Ecos del pasado Juan Manuel Pedraza Velásquez

historia

Un 17 de octubre de 1953, el país reconoció los derechos políticos de todas las mujeres mexicanas en elecciones federales. Lo anterior implicaba la posibilidad de votar en elecciones presidenciales, así como de ser candidatas en un proceso electoral. Aunque fue un hito histórico, nuestro país fue de las últimas naciones latinoamericanas en conceder derechos políticos a la mujer; no obstante, cabe matizar que el voto femenino no fue producto de un regalo o una dádiva, sino el resultado de años de luchas y discusiones políticas.

A finales del siglo XIX, la mujer mexicana comenzaba a ganar espacios en ámbitos académicos, culturales y empresariales. En 1870, la profesora y poetisa Rita Cetina desarrolló un incipiente movimiento feminista a través de la asociación “La Siempreviva”, en donde se promovía la educación femenina y, a la par, se discutían los problemas que aquejaban a la mujer mexicana dentro de la sociedad. Posteriormente, en 1884, Laureana Wright creó la primera revista feminista de México, Violetas de Anáhuac, en la que promovía el desarrollo cultural de la mujer mexicana. Sin embargo, durante el Porfiriato, la situación de la mujer mexicana no mejoró mucho.

Con el estallido de la Revolución Mexicana, las mujeres obtuvieron espacios para desarrollar sus ideas y promover entre la sociedad la obtención de derechos laborales, sociales y políticos. En 1916 se celebró en el estado de Yucatán el Primer Congreso Feminista, promovido por Elvia Carrillo Puerto. En dicho evento se debatieron temas respecto a la participación de la mujer en la vida pública, su derecho a votar y ser votada, la igualdad jurídica frente al hombre y la apertura de oportunidades laborales y educativas.

No obstante, la labor del Congreso fue más allá: muy pronto se entabló conversación con diversos sectores y grupos feministas del país y del extranjero; incluso se promovieron panfletos, volantes y pasquines que incentivaban el debate respecto a los derechos reproductivos de la mujer, es decir, su derecho a decidir si querían ser madres o no. Lo anterior escandalizó a la Iglesia católica y a sectores ultraconservadores, quienes veían como anormales otros espacios femeninos que no fueran las paredes del hogar.

Lo anterior no pasó desapercibido para las élites políticas, quienes usaron todo su poder para frenar esta iniciativa inconcebible. Fue en el diario Excélsior, en ese entonces difusor de los ideales revolucionarios y del grupo sonorense, donde se promovió la idea de celebrar el 10 de mayo como festejo a las madres mexicanas para “responder a la necesidad cada vez más urgente de detener el avance disolvente que amenaza desintegrar las sociedades modernas”. Esta idea, promovida hasta el hartazgo por toda la prensa capitalina, tuvo un rotundo éxito en la sociedad mexicana, llegando a eclipsar la incipiente lucha de las feministas del país.

En 1935, el presidente Lázaro Cárdenas exilió a Plutarco Elías Calles del país, buscando renovar las bases del partido oficial e integrando a nuevos sectores populares a la causa revolucionaria. En este contexto se creó el Frente Único Pro Derechos de la Mujer, organismo no gubernamental que llegó a tener más de 50 000 afiliadas de diversa índole: profesionistas, intelectuales, obreras y amas de casa. Dicha asociación retomó las ideas del Primer Congreso Feminista y demandó al presidente Cárdenas el reconocimiento de los derechos políticos de la mujer mexicana.

Cárdenas tomó esta propuesta con seriedad e incluso la mandó como iniciativa al Congreso; empero, nunca se publicó decreto alguno en el Diario Oficial de la Federación. Varios autores e historiadores destacan que la iniciativa no recibió apoyo debido a la coyuntura política del momento: el candidato conservador Juan Andrew Almazán, cobijado por los sectores reaccionarios y la Iglesia, estaba obteniendo cierto grado de aceptación, por lo que altos sectores del partido temían que, al concederle el voto a la mujer, estas fueran influenciadas por la Iglesia o por sus maridos para votar por el candidato de la oposición.

De manera imprevista, el gobierno de Miguel Alemán Valdez retomó la idea del voto femenino. Para este momento, era casi imposible ignorar la voz de miles de luchadoras que propugnaban una igualdad política. Miguel Alemán, primer presidente civil del partido oficial, pregonaba un discurso de paz, modernidad y justicia social; la idea del voto femenino encajaba a la perfección con esta arenga política. De esta forma, fue en el año 1947 cuando la Cámara de Diputados reformó la constitución para otorgarle a la mujer la capacidad de votar solo en elecciones municipales, ya que, en palabras de Alemán, “administrar un municipio es como administrar una casa”.

Con Adolfo Ruiz Cortines como presidente, se mandó al Congreso de la Unión una iniciativa para que la mujer obtuviera plenos derechos políticos, misma que se cristalizó un 17 de octubre de 1953, después de varias décadas de lucha. Sin embargo, estudios recientes, como el de Enriqueta Tuñón, demuestran que lo anterior fue una estratagema del partido oficial, ya que las mujeres se estaban decantando por apoyar a candidatos de oposición como Miguel Enríquez Guzmán; asimismo, el partido oficial estaba perdiendo cada vez más votantes, por lo que era imperativo rescatar el prestigio y la “aplanadora” priísta.

Lo anterior, por ningún motivo, demerita la lucha femenina. La lucha por el voto de la mujer mexicana no debe verse como una limosna priísta o un regalo para atraer más votantes. Mucho antes de que existiera el PRI, miles de activistas, intelectuales y trabajadores expusieron su vida, sus intereses y su prestigio para obtener un derecho político que aún persiste; su lucha forma parte de una historia de larga duración, ya que sus ideales permearon en la sociedad y fueron debatidos en acaloradas discusiones. En los procesos electorales de 2018 y 2024, de acuerdo con cifras oficiales, la participación de la mujer en las urnas en elecciones federales fue mayor, reflejando un crecimiento en la participación política del género femenino.

Hoy en día, pese a que la participación de la mujer sigue en aumento —recordemos que por primera vez se eligió a una mujer presidenta—, hay una notable tendencia a resucitar los discursos conservadores, misóginos e incluso violentos contra la mujer mexicana. Estos discursos, a veces dados por “influencers” tristemente célebres o figuras públicas como Javier “Chicharito” Hernández, demeritan la participación femenina no solo en la política, sino en otras áreas y tareas no domésticas. Si la sociedad quiere transitar hacia una verdadera modernidad, no debe olvidar las luchas por la igualdad jurídica; de lo contrario, corremos el riesgo de perdernos como sociedad.

Por Juan Manuel Pedraza, historiador por la UNAM
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