Escuchar antes de condenar: pluralidad y conflicto en las luchas por la igualdad
DigitalMex - Periodismo Confiable
Publicado en Opinión

Escuchar antes de condenar: pluralidad y conflicto en las luchas por la igualdad

Miércoles, 26 Noviembre 2025 11:03 Escrito por 
Matices Matices Ivett Tinoco García

Hay que hablar desde la urgencia y desde la calma. Hay que hablar de la violencia contra las mujeres y de aquello que ocurre cuando las luchas que buscan justicia se cruzan y se tensionan.
Este 25N, en la marcha contra la violencia de género, un grupo del colectivo LGBTTTIQ+ se sumó a la convocatoria. En respuesta, otro grupo de mujeres quemó la bandera de esa comunidad. Las redes ardieron. Las reacciones se multiplicaron. La indignación fue inmediata: condenas, defensas, gritos que no dejaron espacio para la escucha.

Antes de sacar conclusiones, conviene detenerse.

Los días de conmemoración no son sólo fechas en el calendario: son hitos políticos. Existen para nombrar heridas, para visibilizar deudas históricas, para poner en el centro lo que, en la vida cotidiana, permanece invisible. El 17 de mayo convoca a enfrentar la homofobia; junio rehace en orgullo la posibilidad de existir sin miedo; y el 8 de marzo, el 28 de septiembre y el 25 de noviembre señalan las múltiples formas en que las mujeres sufrimos desigualdad y violencia.

Comprender este entramado exige una mirada que vea conexiones: las luchas sociales no se desarrollan en compartimentos aislados. Memorias, demandas y dolores distintos emergen de estructuras de opresión que se entrelazan. Cuando un movimiento crece, inevitablemente se fragmenta. No se trata de fracaso, sino de comprender que la diversidad aparece, que surgen desacuerdos sobre estrategias, prioridades y lenguajes. La heterogeneidad no es debilidad —es signo de vitalidad, aunque también plantea desafíos.

Lo que aquí se pone en escena es la complejidad del reconocimiento. La emancipación no es una trayectoria lineal ni armoniosa. Diferentes experiencias de vulnerabilidad compiten por un lugar legítimo en el espacio público. La disputa no es sólo acerca de quién sufre más, sino sobre cómo se nombra ese sufrimiento, quién ocupa el símbolo de una fecha y qué implica priorizar una agenda sin invisibilizar otra.

Por eso, la quema de una bandera no puede leerse únicamente como un acto de odio ni como una defensa pura del “territorio” político. Es, también, la expresión de tensiones acumuladas entre grupos que comparten raíces de opresión, pero que no siempre se reconocen mutuamente. Y, frente a eso, hay que preguntarse: ¿cómo construir alianzas críticas sin borrar diferencias?, ¿cómo evitar que el dolor de un colectivo anule el del otro?, ¿cómo sostener espacios comunes sin exigir uniformidad?

La respuesta no está en la descalificación. No está en el juicio moral inmediato. La respuesta exige un ejercicio más difícil —y más urgente—: la escucha. Las luchas emancipatorias avanzan si son capaces de pensarse a sí mismas, de revisar sus fracturas internas, de negociar sentidos. Sólo desde el diálogo y la comprensión de la complejidad social podremos imaginar una política transformadora que acabe con las condiciones que sostienen la violencia —sea contra las mujeres, contra disidencias sexuales o contra cualquier identidad que desafíe el orden patriarcal y heteronormativo.

En tiempos en que las redes premian la reacción y castigan la reflexión, detenerse no es tibieza: es responsabilidad política. Porque todas estas luchas comparten un deseo profundo: construir un mundo donde la dignidad no admita excepciones.

Y es imprescindible añadir algo más: la lucha feminista no tiene una sola agenda, sino muchas. Quizá más de diez. Cada una responde a tradiciones teóricas, prioridades políticas y enfoques éticos distintos. Reducir el feminismo a una sola corriente empobrece su potencia y oculta la riqueza de su pluralidad.

Entre las corrientes más influyentes se encuentra el feminismo liberal, que apuesta por ampliar los derechos y las oportunidades de las mujeres a través de reformas dentro del sistema existente. Su horizonte es la igualdad formal: que ninguna mujer sea excluida de los espacios que históricamente le fueron negados.

Por otro lado, el feminismo radical dirige su análisis a la raíz —al radix— del problema. Señala que la desigualdad no es un error corregible mediante ajustes normativos, sino la consecuencia de una estructura patriarcal que ordena la vida social, política y económica. Para esta corriente, transformar el sistema exige cuestionar sus fundamentos y no sólo mejorar sus bordes.

Y, junto a ellas, el ecofeminismo ofrece una perspectiva que entrelaza la crítica feminista con la crítica ecológica. Este movimiento sociopolítico afirma que existe una conexión profunda entre la dominación sobre las mujeres y otros sujetos de género precarizados y la dominación sobre la naturaleza. Ambas surgen de una misma lógica: una lógica patriarcal, colonial, antropocéntrica y jerárquica que clasifica, subordina y explota.

Todas estas corrientes —y muchas otras— componen el paisaje plural del feminismo contemporáneo. Conocerlas, analizarlas, buscar sus puntos de encuentro y reconocer sus tensiones no es un ejercicio académico: es una herramienta política. Evitar reduccionismos; entender la pluralidad; respetar la diferencia: esas son condiciones para construir alianzas más sólidas y luchas más inclusivas y efectivas.

Escuchar con atención, pensar con rigor y actuar con responsabilidad, resulta fundamental. Porque sólo así podremos convertir la indignación en política transformadora; la protesta, en proceso; y la conmemoración, en compromiso concreto con la vida.

Visto 220 veces
Valora este artículo
(2 votos)
Ivett Tinoco García

Matices

Sitio Web: #