El triunfo del cansancio: cómo llegamos al tiempo de Mamdani
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El triunfo del cansancio: cómo llegamos al tiempo de Mamdani

Miércoles, 19 Noviembre 2025 00:00 Escrito por 
Matices Matices Ivett Tinoco García

A veces me pregunto cómo llegamos a este tiempo de tanto cansancio político, y me vienen a la mente dos historias muy distintas que vi y leí hace unos años: V de Vendetta y Sumisión. Las dos son distópicas —o sea, imaginan sociedades donde todo va para peor—, pero lo hacen desde lugares casi opuestos. Sumisión habla de una sociedad que simplemente se deja llevar, como si ya no tuviera energía para cuestionar nada; V de Vendetta, en cambio, muestra a alguien que decide despertar a los demás y rebelarse contra el poder.

En Sumisión, publicada en 2015, Houellebecq imagina una Francia del 2022 tan cansada y desencantada que termina aceptando sin mucha resistencia un cambio político y religioso enorme. El protagonista, François, es casi un símbolo de esa rendición: observa cómo todo cambia, pero no hace nada. Y ahí recuerdo a Hannah Arendt cuando decía que el totalitarismo no sólo avanza por la fuerza, sino porque la gente deja de pensar, deja de juzgar por sí misma.

V de Vendetta va por otro lado: ahí el control es evidente, brutal, y el gobierno gobierna con miedo. V, el personaje enmascarado, no sólo quiere tumbar al régimen, sino, sobre todo, despertar una conciencia dormida. Me hace pensar en lo que Byung-Chul Han llamó “la sociedad del cansancio”: la gente está tan saturada, tan agotada, que ya no se rebela ni obedece… simplemente se desconecta.

Y en medio de esas dos formas de parálisis aparece algo como el fenómeno Mamdani. Su campaña fue política, claro, pero también profundamente emocional. Supo leer el país roto que tenía enfrente y hablar en un lenguaje que transmitía pertenencia. Habla de una “mezcla de culturas”, de un país diverso pero unido, y toca temas que la política de siempre ha dejado de lado: trabajadores precarios, inquilinos al límite, migrantes, mujeres, jóvenes sin futuro. No ofreció soluciones mágicas; ofreció reconocimiento. Su “nadie sobra” se volvió casi un mantra.

Eso le permitió reunir a sectores que casi nunca votan juntos. Pero aquí aparece la advertencia de Foucault: todo discurso que dice liberar también ejerce poder. Y sí, el riesgo es que una integración tan amplia termine funcionando como una forma suave de control, donde el consenso aplasta el conflicto necesario para que una democracia respire.

Por eso Mamdani se puede ver como una especie de reverso amable de Sumisión y una versión luminosa de V de Vendetta: no hay dictadura, no hay imposición religiosa, no hay miedo. Hay seducción, pertenencia, símbolos. Un poder que convence más que obliga. Pero si no pensamos críticamente, ese encanto también puede volverse obediencia.

Entonces, la pregunta no es sólo quién gana una elección, sino qué tipo de ciudadanía estamos formando. Arendt decía que lo más peligroso es perder el juicio, dejar de pensar por cuenta propia. Sumisión muestra esa renuncia; V de Vendetta, el despertar a golpes; Mamdani, un intento de conciliarlos.

Al final, tal vez la enseñanza de estas tres historias es que la libertad no está sólo en resistir ni en obedecer, sino en poder discernir. En estos tiempos de fatiga democrática, el verdadero reto es volver a pensar qué significa actuar juntos. La política, después de todo, no debería ser una promesa ni un espectáculo, sino el arte de mantener viva la conversación antes de que alguien decida hablar por todos.

PD. En muchos países, como el nuestro, estamos atrapados en una fatiga que alcanza a todos —a quienes hablan, a quienes protestan, a quienes gobiernan— y que deja a la democracia sin aire. Cuando el debate se vuelve monólogo y la participación se reduce a impulso o desgaste, la política ya no construye futuro: apenas respira, y a veces ni eso.

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Ivett Tinoco García

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