¡A tu edad!

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¡A tu edad!

Miércoles, 30 Enero 2019 00:12 Escrito por 
¡A tu edad! Matices

Según datos del Observatorio de la Juventud, para el 2017 en el mundo, uno de cada cuatro habitantes tenía entre 20 y 35 años. Por supuesto, dichas estimaciones varían en cada país y región; pero, lo cierto es que más o menos todos los nacidos entre 1984 y 1999 podrían ser considerados “nativos digitales”; es decir, son personas que “entienden” el mundo antes y después de la popularización de Internet; dominan la tecnología casi como una prolongación de su propio cuerpo; casi todas sus relaciones básicas están mediadas por una pantalla; hacen referencia a la televisión, a las llamadas telefónicas y al correo electrónico como parte de un pasado “muy lejano”.

Esos chicos que miran con cierta indulgencia a todos los mayores de 40 años, como si ellos mismos fuesen resistentes al paso del tiempo, no recuerdan un mundo sin crisis. Sin crisis económica, sin crisis política, sin crisis social. Han crecido en la contradicción de aspiraciones y expectativas intergeneracionales. Los adultos nos hemos encargado de marcarles la ruta, de reiterarles lo que habíamos logrado en nuestros tiempos y a su edad.

- ¡Empecé a trabajar formalmente antes de los 20!
- ¡A tu edad ya había salido de la Universidad!
- ¡A tu edad ya me había casado!
- ¡A tu edad ya tenía hijos!
- ¡A tu edad! ¡A tu edad!

Olvidamos decirles, por ejemplo, que a quienes hoy somos adultos nos tocaron ciertas bonanzas y prebendas del Estado Benefactor. Olvidamos que les heredamos un mundo complejo, vertiginoso, inseguro y plagado de mil formas de corrupción. Olvidamos que hemos cambiado y que no somos los mismos. No hemos querido vernos y verlos en lo que implica vivir en la vorágine de la globalización y de mundos simultáneos y paralelos.

Ellos, poco a poco, se han percatado que su realidad es otra –porque el mundo donde viven también lo es– y que, difícilmente, podrán responder a las aspiraciones y expectativas marcadas por generaciones como la nuestra.

Saben que no es suficiente contar con medios que les permitan la movilidad de un lado a otro dentro de su comunidad, ciudad, o país; que no basta con hablar otro idioma, o con concluir una carrera profesional o tener estudios de posgrado. Saben que están inmersos en una época marcada por la inestabilidad, por el empleo precario e inestable y por el desempleo crónico y estabilizado. Saben que cada vez es más determinante su actividad social en Internet para acceder a un empleo, e incluso para generarse un estilo de vida, cualquiera que éste sea.

Los jóvenes de entre 20 y 35 años saben que lo mismo ocurre aquí que en París, Londres o Madrid, que en Santiago, Buenos Aires o Bogotá. Muchos de ellos se han dado cuenta que viven en la era de la innovación, donde las habilidades están por encima de las credenciales académicas, aunque éstas impliquen un requisito para el acceso laboral. Saben que no podrán acceder a un empleo vitalicio como sus padres y que las prestaciones sociales son cosa del pasado. De la jubilación, no hablamos, esa aún no es su preocupación, porque muchos de ellos no se miran a sí mismos envejeciendo.

Si bien los valores tradicionales como casarse, tener hijos, comprar una casa siguen siendo relevantes, ya no son el epítome del éxito. Se ampliaron y diversificaron los estilos de vida, aunque al mismo tiempo esto les implique vivir en una dinámica más competitiva y frustrante cuando se truncan sus expectativas, lo que acentúa sus niveles de estrés, ansiedad y depresión.

En medio de todo este escenario, muchos jóvenes han asumido causas sociales y ambientales, han innovado las estrategias de solidaridad en situaciones de crisis. No están obsesionados por poseer bienes materiales (como una casa o un auto). No, ellos son más de la cultura de compartir, siempre que no se trate de sus dispositivos móviles.

Inmersos en el propio contexto histórico, difícilmente creen en las instituciones, en los partidos políticos, en la democracia, o en las empresas; suelen ser disruptivos y empáticos con el cambio, la incertidumbre, y con El Otro. La solidaridad, la colaboración, la sostenibilidad, la transparencia, son parte de los valores que defienden con más énfasis. Han asumido la responsabilidad intergeneracional de hacer un mundo sustentable.

Y así los vemos a ellos crecer, y ellos a nosotros envejecer. Somos contemporáneos pese a todo, aunque este mundo que compartimos nos afecte de distintas formas.

Como diría Ortega y Gasset: “una generación no es un puñado de hombres egregios, ni simplemente una masa: es como un nuevo cuerpo social íntegro, con su minoría selecta y su muchedumbre, que ha sido lanzado sobre el ámbito de la existencia con una trayectoria vital determinada…”

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Ivett Tinoco García

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