Del “Monstruo de Malmesbury” al “Monstruo de Macuspana”

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Del “Monstruo de Malmesbury” al “Monstruo de Macuspana”

Domingo, 03 Marzo 2019 00:10 Escrito por 
Del “Monstruo de Malmesbury” al “Monstruo de Macuspana” Los Sonámbulos

Escrito en 1926, el ensayo titulado “El Final del Laissez-Faire”, con John Maynard Keynes como autor, demostró el carácter nada científico pero si cuasi profético de los teólogos de la economía convertidos en malos exorcistas:

Primero, fue el anticipo de los grandes timos que culminaron con el crac de 1929, una original recensión del origen divino mezclado con “impulsos sentimentales” que otorgaron los fundamentos al individualismo depredador y despiadado, fermento para el posterior entronizamiento de evangelios peores y sus enfebrecidos promotores, con Hitler y Stalin a la cabeza.

El texto es un largo desfile de predicadores que se encargaron de limpiar el camino para coronar sus iniciativas de corte darwiniano, ahí donde sobrevive el más fuerte y el más apto. Gobiernos corruptos y sobradamente incompetentes se encargaron de aportar su gran parte.

Segundo: está probado que no hay peor enemigo que un cadáver rebelde, porque suele revivir y presentarse como el último grito de la ciencia y de la filosofía y la política; retorna envuelto en extraños giros y rebuscados neologismos (de Laissez Faire pasó a Neoliberalismo, por ejemplo) y todas las catedrales, salvo esa, son reducidas a capillas.

Tercero, que siempre será una mala idea tratar de proscribir ideas o doctrinas a punta de “desapariciones forzadas” (ya en los textos, ya en las aulas, al modo silvestre de Paco Ignacio Taibo al frente del Fondo de Cultura Económica contra el neoliberalismo), como si las mismas no contaran con infelices adeptos, así sea en cantidad mínima y a pesar de su funesta esencia (el nazismo, el estalinismo y otros “ismos”, incluyendo el comunismo chino que tanto gusta a los campeones de la libertad comercial e individual).

De esto puede dar cuenta en forma cumplida el doctor Francis Fukuyama, quien primero festinó “El fin de la historia” con la caída del Muro de Berlín, signo del totalitarismo, y luego, por esos recules que dan material a pasto a las investigaciones en torno de los “profetas al revés”, llamados historiadores, demandó fortalecer al “Estado”, entendido como gobierno y sociedad.

Actualmente y luego del ascenso de Andrés Manuel Lopez Obrador (AMLO) a la Presidencia dela República, estamos presenciando una histérica escaramuza donde los epígonos de la desentronizada doctrina del “Laissez Faire”, mutada en “libre mercado”, ven en el nativo de Macuspana a la reencarnación teórico-práctica del “Monstruo de Malmesbury”, considerado, malamente, el padre de los totalitarismos (Thomas Hobbes).

Al frente, primero, la ausencia de autocrítica de los teólogos neoliberales para asumir las consecuencias devastadoras de su credo tras haber desmantelado cualquier indicio de gobierno, además de encubrir el saqueo y el despojo de la riqueza nacional bajo enunciados místicos antes que científicos.

Luego, la ausencia del debate respecto de qué tanto gobierno y qué tanto mercado son necesarios para armonizar la convivencia y el desarrollo, buscando superar fundamentalismos.

En esto, antes que excluir a neoliberales o a estatólatras (conservadores ambos, y de la peor especie,), es necesario su concurso para pasar de los sermones religiosos, sus ficciones y paraísos celestiales, a los hechos duros y a la síntesis.

Porque si se atiende a la actual situación, con una oligarquía económica y una sociedad hedonistas propensas más al reclamo de derechos y placeres antes que a los deberes, así como el surgimiento de “poderes fácticos” (criminales, económicos y políticos, con sus entes sumisamente autónomos), cualquier voluntad descerebrada puede invocar la necesidad de “un gobierno fuerte y estable” que, en el fondo, es lo que parecen estar reclamando los neoliberales (ese el riesgo de pedirle tanto al Diablo).

De otro, se reclama “más democracia” y su libre mercado, como si éste no se hubiera constituido una fuerza tiránica que condena por igual a la sociedad y al individuo a ser mera legitimadora de fachadas, antes que promover beneficios y controles para evitar que se desborden los apetitos de poder, inherentes al ser humano.

Contrario a James Joyce, muchos no podremos cambiar de país, pero es preciso cambiar de sermón y de “monstruos”.


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Jesús Delgado

Los sonámbulos