La implicación de los otros datos

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La implicación de los otros datos

Jueves, 12 Mayo 2022 01:15 Escrito por 
Juan Carlos Núñez Armas Juan Carlos Núñez Armas Palabras al viento

La democracia enfrenta la amenaza constante del populismo.  En su desarrollo actual ha sido lastimada por los pobres resultados de los gobiernos electos en un sistema democrático, y que le son achacados al sistema mismo.  Para el caso de México el populismo se distingue por las conferencias mañaneras.  Simulan comunicación directa con el público, cuando en realidad son una pieza de propaganda que manipulan información y, lo peor de todo, de manera sistemática.

Para el destacado Dr. Luis Aguilar Villanueva, impulsor de la disciplina de políticas públicas en nuestro país, los políticos, líderes autoritarios o representantes electos con métodos democráticos, deciden los objetivos del gobierno, sea municipal, estatal o federal.  Dice el autor que la eficiencia gubernamental es un asunto de conocimiento especializado, de organización adecuada del trabajo público, de la dirección atinada de las dependencias públicas y procesos administrativos bien diseñados y cortados a la medida de las funciones y problemas que deben resolver.  Los gobiernos van y vienen, los resultados de las elecciones periódicas son muy cambiantes, por eso las instituciones resguardan el quehacer de la cosa pública y la responsabilidad del titular es más que obligada y a partir de ello se evalúa al gobierno en turno.

En su reciente libro Luis Estrada Straffon, doctor en ciencia política y dirigente de SPIN, Taller de comunicación política, presenta un análisis lapidario. En 700 mañaneras Andrés Manuel López ha pronunciado 67,000 falsedades, inexactitudes y mentiras, un promedio de 90 en cada una.

La relación entre políticos y periodistas debería ser permanente e indisoluble. De hecho, a los segundos se les ha llamado perros vigilantes (watchdog press) para enfatizar la necesidad de que sea su actividad la que escudriñe el quehacer público.  Sin embargo, los populistas han utilizado o reinventado símbolos para la identidad colectiva y, utilizando un lenguaje sencillo, han dirigido la comunicación antagonizando a las élites contra el pueblo.  La comunicación que se emite pretende cercanía con los ciudadanos, utilizando ataques a enemigos reales o imaginarios, desacreditando permanentemente a los medios con audiencia real y logrando su objetivo: simular que interactúan con las/os ciudadanas/os.

La comunicación desde el gobierno tiene básicamente dos objetivos: establecer agenda y aclarar dudas sobre temas de interés, en su caso informar sobre crisis. El caso es que estos mensajes sirven a las/os ciudadanas/os para evaluar positiva o negativamente a las autoridades. La información debería estar soportada en la realidad y evidencias de tipo científico y comprobable, de lo contrario se convierten en anécdotas o dogmas cuya intención es provocar un debate que paulatinamente incrementa la brecha de desconocimiento entre públicos informados y no informados. Los consumidores de información prefieren el refuerzo de sus preferencias y evitan las contradicciones, polarizando aún más la comunicación.  A partir de todo esto, a las personas informadas mediamente les resulta difícil evaluar un gobierno cuando el titular miente deliberada y constantemente.

Las conferencias de López Obrador son propaganda, un esfuerzo sistémico y deliberado de manipulación de creencias y actitudes. A la luz de radiografías de frases y palabras éstas se convierten en genéricas, repetitivas y poco noticiosas. El presidente se queja de que no publican sus dichos cuando evita discutir temas como los resultados nulos o no favorables del combate a la inseguridad, además de que no existe evidencia de que los programas sociales alejen a los ciudadanos del crimen organizado. 

Los funcionarios públicos gozan de poca credibilidad y no parecen advertir que la información verdadera es una fuerza centrípeta que une voluntades e incrementa confianza ciudadana no sólo al interior de los gobiernos sino también entre las personas, en las instituciones y en la sociedad en su conjunto. Lo cierto es que la confianza es la fe en los demás, en su honestidad, fiabilidad y buena voluntad, así una persona que actúa con verdad es fiable y no transgrede las normas sociales.

Lo peor es que la falta de confianza se transfiere a los ciudadanos e impide que trabajen juntos, sea para exigir rendición de cuentas al gobierno o para confiar en las instituciones que velen por los interese ciudadanos.  La desintegración social cunde dentro de nuestra sociedad, lamentablemente la divide y la confronta A pesar de todo, en fechas recientes hemos observado cómo se incrementa la frecuencia de las manifestaciones para esclarecer homicidios o desaparición de personas, por ejemplo.  Si queremos más democracia y mayor libertad es pertinente aprender a escuchar a quienes piensan diferente y a ser tolerantes para evaluar con las evidencias disponibles los hechos del gobierno, cualquiera que éste sea.

*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.

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