Las campañas negras que vienen

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Publicado en Opinión

Las campañas negras que vienen

Viernes, 19 Agosto 2022 00:40 Escrito por 
Juan Carlos Núñez Armas Juan Carlos Núñez Armas Palabras al viento

A menos de un año de la elección, los suspirantes al gobierno del Estado están más activos que nunca. Los vemos recorrer la entidad, aparecerse en las redes sociales, poner su mejor cara, sonreírnos desde espectaculares en las grandes avenidas, conceder múltiples entrevistas, se les nota entusiastas y hasta “buenas gentes”. Los tiempos se aceleraron porque la eminente candidata por Morena, Delfina Gómez, se apareció en el escenario estatal y porque el PRI aún no define su candidata/o, que seguramente esperará hasta que pase el informe del gobernador. Y paralelamente, claro, empiezan las llamadas “campañas negras”.

En el ámbito estatal Enrique Vargas suspirante del PAN al gobierno se ha visto involucrado en campañas que negras o falsas que pretenden denigrar su ascendente competencia.  Y, en el ámbito nacional, López Obrador, desde el púlpito instalado en Palacio Nacional, acusa de propaganda negra contra su gobierno por los hechos violentos en varios puntos del país.

Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de campañas negativas? Esta expresión se refiere a una estrategia de campaña que utiliza los defectos del oponente para exponer de manera negativa cualquier crítica, así se generan dos polos, por un lado, la visión positiva y por otro, la negativa.

La verdad es que no existe un resultado concluyente sobre este tipo de estrategias. No tenemos seguridad sobre si ayudan o no a quienes las promueven en contra de sus adversarios o que sean relevantes para cambiar actitudes de los electores hacia los contendientes. Suelen hacerse porque en nuestros procesos mentales resulta más sencillo recordar lo negativo que una acción positiva. Nuestra mente intenta simplificar lo que está a su alrededor, y así resulta más sencillo decir, bueno-malo, fácil-difícil, correcto-incorrecto, héroe-villano. En una contienda política siempre es más simple, para un mortal como usted o como yo, identificar un enfrentamiento entre buenos y malos.

Nuestra mente evolucionó para registrar situaciones negativas fácilmente. Si vas a cortar una rosa, primero observas la espina. Registramos más las emociones negativas. Está demostrado que las campañas negativas, también llamadas “de contraste”, ayudan a orientar la atención sobre los hechos que importan a los contendientes. La negatividad se centra, especialmente, en los gobernantes o en el partido en el poder, en su desempeño, incluso de manera retrospectiva.  Es común, por ejemplo, que los opositores hagan críticas a las decisiones gubernamentales.

Es decir, este tipo de campañas exponen un hecho ocurrido en el pasado o la posición anterior de actores políticos respecto a su actuación y posición actual.  Ejemplos sobran, principalmente entre las/os políticas/os de Morena: Mario Delgado, Manuela Bartlett, Citlalli Hernández, y el mismo Andrés Manuel López, quienes decían oponerse a la militarización de la seguridad pública y en sus declaraciones pasadas apoyaban que la guardia nacional tuviese un mando civil y ahora apoyan la propuesta de que la guardia nacional pase a formar parte de la Sedena.

Estas campañas pueden tener varios efectos, uno el bumerán, y generar un rebote en contra del atacante; otro, el síndrome de la víctima, cuando las/os votantes perciben un ataque como injusto o deshonesto y el de doble deterioro que perjudica tanto al atacante como al atacado.  Si bien es cierto que las campañas negativas atraen la atención por medio de la dramatización y, en medio de la polarización existente, logran estimular la conversación pública hacia los temas de interés entre las/os electoras/es, considero que en nuestros días se han sobredimensionando. Podemos decir que las/os votantes suelen tomar una decisión al margen de estas campañas y distinguen bien un ataque entre políticas/os de una campaña de contraste.

Yo estoy convencido que las campañas políticas deben desarrollarse en el marco de la libertad de expresión, respetando a las personas y a las instituciones.  A final de cuentas, ninguna libertad es absoluta.  Las acciones políticas deben desarrollarse en el marco de la ética.  Necesitamos una mayor madurez política.  Las campañas no deberían basarse en mensajes sin escrúpulos o en aquellos que no tienen una cualificación de existencia real y cuyos emisores no presentan datos que los sustenten. Necesitamos avanzar en la transparencia de la información, buscar a los profesionales que no distorsionan los hechos y ejercitar nuestra habilidad de investigar las fuentes que proporcionan información hasta que logremos discriminar lo cierto de lo falso.

*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.

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Juan Carlos Núñez

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