La maestra Delfina Gómez Álvarez fue contundente en el cierre de su segundo año de gobierno y en el arranque del tercero. Frenó el discursillo que se ha dejado correr desde el inicio de su administración, en el que le atribuyen que no concluirá su gestión en el Poder Ejecutivo del Estado de México, y dejó caer un enorme Discurso —así, con mayúscula— al afirmar que no claudicará en la responsabilidad que le asignaron las y los mexiquenses.
Un informe de gobierno (actividades, resultados) de una autoridad es —simbólicamente— un acto protocolario que responde a un marco legal y a un contexto político determinado. En el ámbito de las responsabilidades públicas, cuando “se rinde un informe”, se trata de un evento en el que “se da cuenta del estado que guarda la administración” ante la ciudadanía y, obligadamente, ante representantes de los sectores público, económico, social y —de manera enfática— político.
Se trata de una de las actividades más relevantes en una gestión, porque es cuando —por un lado— se observa la capacidad de convocatoria de un actor político. Es notorio si se llenó (o no) el auditorio o el lugar del evento, el perfil de quienes acuden, si tienen tareas de relevancia y de influencia en el entorno del sector que representen. Se destaca, incluso, el lugar que se les asigna para enfatizar (mediante la proxemia) la importancia que les asigna la instancia convocante.
Muchas y muchos de los invitados esperan con ansias la convocatoria para vestir sus mejores galas y hacerse presentes para saludar al resto de la clase política, empresarial, social —según sea el caso— y, ahora —en la época de las redes socio digitales—, todas y todos se apresuran para hacer notoria su asistencia, y hasta para presumir el lugar que se les asignó (aunque a algunos ni siquiera les salude la persona que protagoniza el evento, por más que estiren la mano).
El hecho es que los informes de gobierno son eventos, son actos, son Discursos (Gee, 2002) que “implican mucho más que el lenguaje, y comprenden formas de actuar, interactuar, pensar, valorar, hablar, que se consideran pertinentes para un contexto específico”.
En esa perspectiva, un informe de gobierno, por sí mismo, es un enorme Discurso que permite muchas lecturas desde diferentes ángulos, y en el que las palabras de quien “lo rinde” también adquieren un mayor peso, en virtud de la solemnidad del acto y porque se da cumplimiento a un ordenamiento legal.
Hace un par de días, la gobernadora Delfina Gómez Álvarez rindió su Segundo Informe de Gobierno, y el peso de sus palabras adquirió mayor dimensión. Advirtió claramente: “En esta administración no hay lugar para la improvisación, la simulación, ni las ocurrencias. Servir al pueblo es un honor y una responsabilidad que exige entrega y resultados. Por ello, quien no esté a la altura o que no le guste servir debe reflexionar sobre si continúa o deja el cargo”.
Otra expresión que sorprendió a muchos, sobre todo por la referencia que hizo al sector empresarial, fue: “Hago propicio este momento para exhortarlos a ustedes, ciudadanos, a denunciar cualquier acto de corrupción, en especial a aquellas personas que pidan recursos o favores en mi nombre. Eso yo no lo hago. Y si en algún momento existe la necesidad, o existe el apremio por ello, lo haré de forma personal. Que no me los sorprendan, porque se está dando mucho eso: hablan a mi nombre y la única voz que tengo es la mía”.
Con ese peso simbólico que significa ser la primera gobernadora de la entidad más poblada del país y ante las y los invitados especiales que estaban presentes, sus palabras dieron “la nota” —como se dice periodísticamente con respecto a las expresiones más relevantes que destacarán en el entorno mediático— más allá de las cifras y las estadísticas.
Y el cierre del mensaje fue contundente: “Mi más grande anhelo es que, al término de esta administración, digamos con orgullo: ‘Valió la pena’. Que las nuevas generaciones sepan que fuimos nosotros, esta generación, quienes pusimos fin a la corrupción, quienes recuperaron la paz y quienes hicieron de la justicia social una realidad. Por ello, les aseguro que en estos próximos cuatro años ¡no voy a claudicar! ¡No renunciaré a la alta responsabilidad que me encomendaron! ¡No daré un paso atrás! Por el contrario, ¡seguiré luchando hasta que el cambio sea una realidad en cada hogar, en cada barrio y en cada municipio del Estado de México!”
Mi madre decía: “quien avisa no traiciona”, y la gobernadora lo anticipó: “Evaluaremos a las y los servidores públicos estatales, iniciando por mi Gabinete y mandos medios y superiores, y continuaremos con los exámenes de confianza a los cuerpos de seguridad y a los servidores públicos que manejen recursos o que ejerzan funciones de inspección”.
Así que el Discurso de la gobernadora, en el arranque de su tercer año de gobierno, fue claro, directo y concreto. Quien entendió, entendió, y todo indica que fue un mensaje no solo al exterior, sino más hacia el interior de su propio gobierno. Ahora, la expectativa es que, al haber difundido que hay personas que emplean su nombre “para pedir favores”, se actúe en consecuencia y se proceda legalmente, porque ese comportamiento está fuera de la ley y, por donde se mire, es un acto de corrupción.
Y seguramente ella tiene los nombres en su escritorio.