Gobierno humanista
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Gobierno humanista

Miércoles, 29 Octubre 2025 00:20 Escrito por 
Lo bueno, lo malo y lo serio Lo bueno, lo malo y lo serio Alfredo Albíter González

De verdad que instalarse en el poder hace perder piso a los políticos; se creen la reencarnación del más sagrado mortal. Desde su efímera posición, se sienten con el permiso de señalar con el dedo flamígero a sus adversarios para señalarlos como faltos de sensibilidad y responsables de todo mal; es por eso que, según ellos, no son empáticos ni generosos con las personas que, a causa de desastres naturales, caen en desgracia.

No obstante, existen claros ejemplos de que no es la clase política, como tampoco el gobierno de la autonombrada 4T; es el pueblo el que en verdad ayuda al pueblo. Las autoridades, en múltiples ocasiones, se han visto rebasadas y quedan en ridículo ante la organización espontánea de la sociedad, que se mueve sin esperar a que así se lo pidan.

Pretender apropiarse del reflejo inmediato de los ciudadanos que acuden de todas partes para prestar sus manos con el fin de levantar bloques de cemento, remover tierra, desperdicios, escombros, además de llevar agua y alimentos a quienes lo necesitan, pone en evidencia que el mexicano se solidariza y entrega lo que puede y hasta lo que no tiene de forma generosa; presumirlo como iniciativa de las autoridades es no tener decencia.

Diversos gobiernos han querido arrebatar ese esfuerzo para lucirse y decir que estuvieron presentes con la ayuda, como si fuese el resultado de una convocatoria de solidaridad surgida de su seno. Es, literal, hacer caravana con sombrero ajeno.

Los terremotos, inundaciones y cualquier condición que afecte a una comunidad en la que se ha necesitado urgente ayuda reciben inmediata respuesta del noble corazón mexicano.

Las caravanas de personas que, utilizando recursos propios, se dirigen al lugar del desastre en el que se encuentran sus conciudadanos caídos en desgracia por la fuerza de la naturaleza no esperan a saber cuál será la reacción de las autoridades, y ni preguntan; tal vez porque conocen la lentitud con la que se actúa en estos casos.

Por lo anterior, llamarse a sí mismos como un grupo político “humanista” y esperar con ese simple hecho aplausos es perder la brújula. Porque no es humanismo presentarse en la zona de desastre en una locación controlada para salir en la foto o video y, con ello, aprovechar para hacer propaganda; a eso no se le llama humanismo; en todo caso, es descaro.

“Ver la paja en el ojo ajeno”.

La presidenta Claudia Sheinbaum, al referirse al relanzamiento del Partido Acción Nacional (PAN), violentando por enésima vez el artículo 134 constitucional, párrafos VIII y IX, aprovechó para irse en su contra alegando falta de sensibilidad, como si la estrategia de su gobierno hubiera hecho bien las cosas. No es así. Las pruebas saltan a la vista.

Casualmente, la mandataria no habla de la falta de sensibilidad que mostraron los morenistas en Michoacán, en donde fue asesinado Bernardo Bravo, conocido líder de productores de limón en Apatzingán, mientras aquellos festejaban ruidosamente con el gobernador de esa entidad, Alfredo Ramírez Bedolla, quien feliz presumía que entre los presentes en ese festejo se encontraba su sucesor; o ¿qué tal el desplante de Gerardo Fernández Noroña con reporteros para anunciar su visita al Medio Oriente, invitado por supuestamente apoyar al pueblo palestino? ¿Y los veracruzanos, no merecen su apoyo? La hipocresía viene siendo sinónimo color marrón.

Precisamente, y respecto al estado de Veracruz, trascendió que la Comisión Nacional del Agua (Conagua) advirtió el peligro que representaban las lluvias asociadas a la tormenta tropical Jerry desde varias horas antes de que Poza Rica y otros municipios se inundaran; las autoridades minimizaron el aviso, y la propia Rocío Nahle, gobernadora de la entidad, lo hizo al asegurar que el río Cazones se había desbordado “ligeramente”.

Desconsuela el hecho de que todo se pretenda politizar; la sociedad está harta de ver tanto enfrentamiento entre políticos y más cansada de pedir y pedir ayuda, seguridad, medicinas, atención. ¿Por qué no hacen lo que es su obligación? ¿Será porque se encuentran entretenidos en acusar y señalar al de enfrente para no aceptar culpas?

Para darle solución a los problemas es básico, en primer lugar, aceptar que existen.

El actual régimen, que empezó en 2018 con la llegada de López Obrador al poder, ha desmantelado todo ente institucional que se había construido por exigencia del pueblo, como si fuera de su propiedad. El dinero destinado a éstos, como por arte de magia, desaparece con oscuro destino y, sin una instancia que se encargue de exigir cuentas que no sea dependiente del gobierno para conocer el destino de esos recursos, como el del Fondo de Desastres Naturales (Fonden), es más que complicado. Es imposible.

Un gobierno humanista debería preocuparse por los desprotegidos, no para convertirlos en propaganda. La necesidad de salir en la foto o video con gente sonriendo es un comercial. Por otro lado, las imágenes que se comparten en redes sociales y que surgen de los propios ciudadanos muestran la otra cara de la moneda: a pobladores molestos, irritados y reclamando airadamente por el abandono del que fueron objeto.

Llamarse a sí mismos “humanistas” cuando se ha dejado a su suerte a los damnificados, a las madres buscadoras, a los niños con cáncer, a poblaciones enteras en manos del crimen organizado, mientras los morenistas se divierten con “bailongo” en la Cámara de Diputados en el momento en que varias entidades aún permanecen bajo el agua, es todo lo contrario.

Se llenan la boca en presumir las dádivas que se entregan en los programas sociales, pero dejan a su suerte, como ocurrió con el paso del huracán Otis en Acapulco, a miles de mexicanos. Bloquear la asistencia humanitaria del pueblo para entregarla de propia mano con bolsas guindas, en todo caso, representa un gobierno que no entiende a su gente. Mejor deberían tomar distancia para observar y aprender del verdadero protagonista de todas las historias de ayuda humanitaria: el pueblo de México.

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Alfredo Albíter González

Lo bueno, lo malo y lo serio