Ganas de creer

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Publicado en Opinión

Ganas de creer

Lunes, 15 Julio 2019 04:28 Escrito por 
Ganas de creer Sin Titubeos

Los mexicanos tenemos muchas ganas de creer, siempre las hemos tenido. Ganas de creer que las cosas mejorarán algún día, casi como por arte de magia. Como si de pronto en la calle nos encontramos un billete de lotería y resulta que es el ganador del premio mayor. Así queremos que cambien las cosas, como de milagro.

Y no es sólo que nos preocupe el devenir de la política, de la economía, de la seguridad o de la falta de ella.

También en lo deportivo queremos que las cosas cambien; que algún día nuestros futbolistas se pongan las pilas y salgan a comerse el balón, a echarle riñones, a tratar al contrario de tú a tú, sin inhibiciones de ningún tipo, que ganen la copa del Mundo.

¿Sueños guajiros?, quizás, pero todos anhelamos un cambio. Todos esperamos y por eso queremos creer que algún día las cosas ya no serán como hasta el momento.

Por eso, en el año dos mil, cuando una mayoría de ciudadanos votaron por Vicente Fox para Presidente, había una gran expectativa de que las cosas serían diferentes, de que a partir de ese momento a todos nos iría mejor, al fin y al cabo ya habían sacado de Los Pinos a los priistas.

Y sí, para que negarlo, hubo algunos cambios. Por ejemplo, en materia de transparencia o de asistencia social, pero en esencia todo siguió igual.

Llegó Felipe Calderón, y las cosas no cambiaron, salvo que en esos seis años hubo mucho más muertos y muchas más organizaciones delictivas creadas al calor de la lucha contra la delincuencia. Curiosa paradoja nos ofreció esa guerra que, al combatir al crimen organizado, resulta que de la nada salieron muchos otros grupos mejor organizados que los anteriores. Ahí tenemos el surgimiento de La Familia Michoacana y, en las postrimerías del sexenio, el Cártel Jalisco Nueva Generación.

Pero como nada es para siempre, los mexicanos, siempre al acecho de nuevos motivos para seguir creyendo en algo mejor, no estuvieron muy de acuerdo con los gobiernos panistas y regresaron al PRI, de la mano de Enrique Peña Nieto, quien asombró al mundo con sus Reformas al iniciar el sexenio, reformas que no cuajaron por las resistencias de los actores, como en el caso de la educativa, o porque eran de largo plazo como la energética.

Después, sumido en el desprestigio por acusaciones de fraudes y corrupción, el gobierno priista poco a poco se fue sumiendo en la mediocridad, hasta que acabó con la poca credibilidad que sostenía al tricolor.

Así llegó a la presidencia Andrés Manuel López Obrador, porque los mexicanos quisieron creer que ese cambio puede ser realidad algún día y, qué mejor de la mano de alguien que siempre ha estado en contra de todos los demás, de los panistas, de los priistas y hasta de los propios militantes de izquierda arrinconados en el PRD.

Andrés Manuel llegó con la barredora en la mano y no tardó nada en tirar a la basura todo lo que sus predecesores habían construido con mucho cuidado, aún aquellos programas que en apariencia eran útiles como el seguro popular, las estancias infantiles, los comedores comunitarios o el Nuevo Aeropuerto Internacional de México, todo eso a la basura junto con miles y miles de burócratas.

A siete meses del inicio de este nuevo gobierno, el país se ha polarizado, pero los mexicanos seguimos queriendo creer que las cosas pueden cambiar. De un bando están todos los que quieren creer en Andrés Manuel, le celebran y justifican ciegamente todas sus acciones y, del otro lado, los que quieren creer que muchas acciones del tabasqueño son una porquería y que por eso no terminará su gestión.

Los primeros están integrados en gran medida por esa base amorfa, caracterizada por la pobreza, son esos pobres a los que alude todos los días, a cada momento, el Presidente, pero también hay muchos clasemedieros y algunos riquillos que están a la espera de las oportunidades para hacer negocios, o por lo menos para sacar ventaja, como siempre lo han hecho.

Los segundos forman parte de manera predominante de la clase media y muchos empresarios que han visto afectada su manera de hacer negocios y por ende de engrosar sus cuentas bancarias.

Hay desencanto en muchos que anhelaban un cambio sin que cambiaran tanto las cosas. Sin que resultaran tantas personas, tantos sectores, afectados.

Hoy, los mexicanos queremos creer que las cosas van a cambiar para bien de México y de los mexicanos. No creer en esa frase lapidaria que escuché en “Juego de Tronos”: cuando una persona miente es difícil volverle a creer, pero cuando muchas personas, del mismo sector lo hacen, se acaba la esperanza.

Que no nos la quiten.


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