Yo conocí a López Obrador

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Yo conocí a López Obrador

Miércoles, 22 Enero 2020 00:10 Escrito por 
Yo conocí a López Obrador Lo bueno, lo malo y lo serio

Tiempo antes de que se llevaran a cabo las elecciones federales del primero de julio de 2018, en la que se eligieron al presidente de la República, así como a los integrantes del Congreso de la Unión con 128 senadores y 500 diputados, además de las locales en diversas entidades; el hoy presidente, Andrés Manuel López Obrador, sentenciaba en la convención anual de banqueros en Acapulco, que si se diera un fraude electoral, él no frenaría el descontento popular y no sería quien amarrara al tigre, en clara referencia a la condición de que en caso de que no se le reconociera en esta ocasión su previsto triunfo, no respondía por lo que se presentara en adelante al lanzarse miles de personas a impedirlo.

No fueron pocos que interpretaron como amenaza la afirmación que hizo el candidato presidencial; de esa manera, se podía entender que después de haber perdido en sus dos intentos anteriores, que por cierto siempre alegó fraude en su contra aunque que jamás pudo comprobar, esta vez no permitiría que se le fuera de las manos el triunfo que sentía suyo, para ocupar la silla del ejecutivo federal.

Al tabasqueño lo acompañaron muchas promesas que normalmente se hacen en campaña, y como otros tantos candidatos, soltó un arsenal de ellas, muy por encima de las que pudiera realizar, la vara la había colocado demasiado alta y las condiciones del país no prometían ninguna posibilidad que cada una de ellas fueran cumplidas.

Era cuestión de tiempo, los compromisos sin cumplir fueron alargando la temporalidad de su realización, como la de que a partir del día siguiente de su llegada a la presidencia se acabaría con la violencia, no fue así, al contrario, ha pasado más de un año y el resultado arrojado con cifras oficiales dicen que fueron 35 mil 588 víctimas de homicidio doloso en 2019, por ejemplo.

Otra más, la que ofrecía en cada gira que hacía al interior del país, de que el precio de los combustibles bajaría en cuanto asumiera el cargo. No podía, señaló, valer más de diez pesos el litro de gasolina, comparando el precio con el que se vendía en una ciudad de Estados Unidos. A principios del 2020 se anunció un aumento, a pesar de que la inflación, supuesto apoyo del aumento real no se movió.

Otra de las emblemáticas promesas del originario de Macuspana fue la venta del avión presidencial, historia que la mayoría de mexicanos por los acontecimientos de los últimos días bien conoce, dicha aeronave no encontró comprador y sí se terminó pagando 30 millones de pesos por mantenerlo en un aeropuerto de Estados Unidos.

Entre estas y otras tantas, como la del crecimiento del 4% del PIB, las ha quedado a deber el mandatario, que en lo único que puede apoyar una esperanza de crecimiento económico, y no tanto por éxito propio sino de su antecesor el expresidente Enrique Peña Nieto que sentó las bases para la renovación del tratado comercial entre Canadá y Estados Unidos, es el T-MEC, que presume como suya, pero a final de cuentas el neoliberalismo vino a componerle un poco la plana a la Cuarta Transformación.

Pues bien, en días pasados encontré a un amigo que gusta mucho de viajar, me contó que en uno de sus viajes conoció al hoy presidente, recién electo en ese momento, al que por supuesto de inmediato reconoció. Mi amigo viajaba con su familia y la impresión que le causó el tabasqueño fue como la que puede compartir cualquier ciudadano, que se trata de un hombre sencillo, relajado, y tan común como cualquier otro.

Desde luego que a mi amigo le causó buena impresión, además de lo ya comentado, el hecho de que despreocupado López leía tranquilamente un libro de historia de México, en un momento y por la curiosidad natural de aquél que se encuentra con alguien de tal importancia, no podía perder la oportunidad de saludarlo e intercambiar algunas palabras con él.

Así, se acercó al recién electo presidente para intercambiar algunos puntos de vista y en especial, para escuchar qué es lo que podía decirle el importante personaje, y como es de suponerse, con amabilidad le habló de crecimiento económico, de no olvidar a los más necesitados, de hacer un cambio importante en la vida política y social del país.

La impresión que López le sembró, no dudo que es la misma que comparten quienes por alguna razón coinciden con el primer mandatario, ya que no podrá negarse que su apariencia sencilla llama la atención, tan acostumbrados a políticos o servidores públicos, aún de puestos medianos, que se conducen con poses y soberbia.

Aunque, una cosa es tener carisma y otra es gobernar, son cosas distintas por naturaleza propia, ojalá tuviera algo que ver que el ser carismático tuvieran los alcances de ser buen gobernante, la popularidad la ha ganado a pulso, pero aún a estas alturas parece que el tabasqueño continúa en campaña.

No hay resultados, y los pocos que hay son por cuestiones indirectas a su voluntad, sin embargo, son estos los que presume como si de logros propios se trataran, el pobre crecimiento económico, la falta de seguridad en todos los rincones del país, la crisis de la salud pública, el uso del ejército como constructores, entre tantas otras cosas que se pierden en la narrativa diaria, gracias a chascarrillos y ocurrencias que celebra AMLO con carcajada irónica incluida, sumen a la población en una gran incertidumbre.

Ahora, hay que poner mucha atención a la serie de reformas que se pretenden al sistema de justicia, porque de darse, dará un brinco en reversa de unos 50 años. Hay que ver el calibre de las propuestas para no sólo enterarse, sino preocuparse, ya que puede marcar con ello el inicio franco de una dictadura.

 


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Alfredo Albíter González

Lo bueno, lo malo y lo serio