La belleza de escuchar

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La belleza de escuchar

Miércoles, 28 Febrero 2018 00:12 Escrito por 

Hay en mi ciudad un espacio cultural que desde siempre me ha permitido vivir el arte como una experiencia, es una sala de conciertos con más de 30 años de existencia. Yo tengo un poco más, más…

Ahí he disfrutado la música orquestal, me he acercado de a poco al virtuosismo atemporal de Mozart, Beethoven, Chopin, Felipe Villanueva, Juan Pablo Moncayo, Arturo Márquez. En ella disfruté por vez primera el talento literario de Patrick Süskind, mediante una composición teatral interpretada magistralmente por Ari Telch. Su exquisita sonoridad me llevó también a comprender el corazón del cual emana el blues y el jazz.

La semana pasada más de 700 asistentes tuvimos la oportunidad de reunirnos en la Sala Felipe Villanueva, la sala de conciertos más emblemática del estado de México, para acercarnos a la musicalidad de lo humano.

Pero esta ocasión algo distinto sucedió, me refiero no sólo a la gala inaugural con la cual inició la temporada 138, bajo una batuta de Rodrigo Macías quien se presentó como el nuevo director de la Orquesta Sinfónica del Estado de México (OSEM); me refiero también al programa seleccionado para la ocasión: “Carmina Burana”, del compositor alemán Carl Orff y Danzas Polovtsianas del ruso Alexander Borodín. Dos de las más conocidas y monumentales obras corales, en las cuales se contó con la participación del Coro de la OSEM y el Coro Comunitario de Malinalco –integrado por niños de entre 8 y 16 años– ambos bajo la dirección de Manuel Flores.

Y así fue como docenas de almas todas y cada una de ellas perfectamente sincronizadas y magistralmente dirigidas lograron transportar a los ahí presentes –de la mano de la poética musical– a esa muestra de dignidad frente al anhelo de libertad que emana de la decisión del Príncipe Igor en su lucha contra los polovtsianos. Cada nota, cada acorde, cada sonido, se percibe claramente mientras escribo.

Los Carmina Burana, poemas anónimos que en la edad media se convirtieron en gozosos cantos, fueron transformados por Carl Orff en una rítmica partitura profana, que esta noche nos hicieron estallar en un coral sinfónico que nos transportó desde los acordes más graves y sonoros, hasta las más dulces y tiernas voces.

Hacia mucho tiempo que en esa sala no resonaba el eco de la ovación y el júbilo. La razón no fue únicamente la belleza de los soberbios coros de Orff, se sumaron una ruleta de emociones, que nos mantuvo erizada la piel y el alma. Fueron momentos gozosos, hermosísimos y sublimes sobre todo por la participación de tantas mujeres, y hombres, de tantos niños talentosos reunidos con un único fin: hacernos escuchar y permitirnos gozar.

Dice un fragmento de estos poemas: “Que agradable novedad, en la estación nueva. Su inefable autoridad a gozar nos lleva”. Parafraseándolos podríamos afirmar: ¡Qué agradable novedad, con la batuta nueva!

“Quiera Dios, quieran los dioses” que sea una nueva época en que cada que esa batuta dance, las emociones se encienda, que las almas se estremezcan y que el espíritu se nutra en la belleza de escuchar…

 


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Ivett Tinoco García

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