La ideología woke

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Publicado en Opinión

La ideología woke

Jueves, 15 Agosto 2024 00:04 Escrito por 
Juan Carlos Núñez Armas Juan Carlos Núñez Armas Palabras al viento

Hace unos meses el presidente dijo: “…le di un beso a un señor vestido de mujer…” se refería a la diputada federal trans Salma Luévano y sí, luego le ofreció disculpas por su expresión, una de las pocas veces que lo ha hecho. Esta situación generó una polémica inusitada. Estos temas son cada vez más frecuentes en nuestra sociedad y los políticos son asediados por estas manifestaciones que generan vocablos, relativamente nuevos, que, peor aún, no terminamos de comprender del todo, algo similar le sucedido con la Dip. Teresa Castell en su momento.

¿De dónde vienen todas estas discusiones ideológicas, identitarias que ahora nos dominan y la palabra con la que solemos denominarlas? El término woke surgió en las luchas por los derechos civiles de los afroamericanos. Entonces se usaba awake (despierta) que se refería a quienes se consideraban “los despiertos” porque llamaban a reivindicar los derechos de estos ciudadanos. En ese momento esa palabra era utilizada por personas de tendencia conservadora o desconectadas de la izquierda para criticar a los activistas. En el siglo XXI el término woke se relaciona también con quienes se asumen como activistas defensores de derechos de minorías, pero con una actitud diferente a la original. Hoy en día, los woke pretenden arremeter contra quienes no están de acuerdo con ellos, imponen sus ideas y los elementos de sus posiciones que parecen artificiales y forzados. Un ejemplo clarísimo en el creciente uso del lenguaje “inclusivo” y de actores afroamericanos y/o LGTBI para interpretar personajes en películas o series televisivas que no corresponden a la trama real.

La ideología woke se presenta con un manto de libertad, tolerancia, justicia social, igualdad, no discriminación y diversidad. Sin embargo, más bien tienden a la “cancelación” del diferente. Quienes se asumen woke son sometidos por una ideología respaldada por los apoyadores del totalitarismo. En un mundo donde se han desdibujado las ideologías que conocíamos como izquierda y derecha, y parecen más bien prevalecer demócratas y totalitarios, esta ideología utiliza términos trucados y distorsiona conceptos más generales que apelan a conceptos universales. Empieza a vislumbrase como un rechazo a la civilización occidental, al grado de que sale de los campus universitarios y se expande como pandemia entre muchos grupos sociales. Esta ideología, lamentablemente, el lenguaje y las ideas que propone se normalizan tanto en los discursos políticos como empresariales.

Esta neolengua, a manera de trama ideológica, consiste en apropiarse de una palabra o expresión de uso universal a la que se pretende dar una nueva definición. Es una batalla contra las palabras, contra las ideas. Por ejemplo, ahora resulta que se prefiere decir “felices fiestas” porque es “lo correcto” para evitar decir “feliz navidad y próspero año nuevo”, con ello quitar el protagonismo al cristianismo en la celebración de esas fechas y, supuestamente, incluir a todas las religiones. Otro ejemplo más complejo puede ser cuando se utiliza “violencia de género”. El término violencia ya existe, agregar “de género”, en su caso ¿se podría referir a la violencia de una mujer contra un hombre? No, se refiere exclusivamente a la violencia que padece una mujer provocada por un hombre.

La llamada extrema izquierda, que podemos ubicar sin duda en el totalitarismo, ha desarrollado esta terminología que desemboca en un odio unidireccional, porque deforma los conceptos originales y los enfoca contra los líderes contrarios. Estos activistas buscan convertirse en “aliados buenaondita” de las minorías, cancelando todas las demás opciones.  Parecería que manipulan el lenguaje para crear un mundo paralelo con definiciones alternativas. La ola woke dice que hay que evolucionar según los dictados de quien sabe quién, pero que son los correctos porque ellos los dicen. Son ideólogos que acusan a quienes consideran sus adversarios, a quienes presentan como enemigos de la humanidad, como xenófobos, racistas, clasistas y odiadores.

Frente a esta ideología, quienes no la compartimos, terminamos considerándonos culpables de todos los males del mundo. Dado que sólo vale su opinión, no se permiten datos, estadísticas o hechos. Todo esto atenta contra lo que los woke quieren descalificar. Sus adversarios por excelencia, en su concepción, suele ser religiosos, conservadores, neoliberales, incluso diversos periodistas a quienes atacan sistemáticamente, sólo porque representan las libertades que nos ha dado el occidente. Parece que, para los woke, la principal ofensa que cometen los diferentes es ejercer la libertad.

Carlos Javier Alonso, en su libro Claves filosóficas de la ideologia woke, ante el afán de cancelación de estos activistas, nos da algunos consejos para seguir haciendo uso de nuestra libertad de expresión:

  1. Nunca te disculpes ante el acoso No pidas perdón, pretenden humillarte por tu afirmación y ellos fortalecen así su acción. Con esto acusas que no vas a morder la mano que te estrangula con tal de que te dejen morir en silencio. No juegues a su juego, preserva tu dignidad.
  2. Rechaza la mentira. Neguémonos a llamar de determinada manera a algo que no es así, sin caer en la trampa de utilizar su lenguaje.
  3. Di lo que ves. Sé valiente, di qué piensas sin orejeras ni filtros. Ellos son parte de un gran monstruo, hay que desintoxicarse.

Necesitamos tomar conciencia de qué es lo correcto sin caer en el juego de lo políticamente acertado. Llamemos a las cosas y a los acontecimientos por su nombre. debemos usar palabras claras como, por ejemplo, aborto, en lugar de “interrupción del embarazo”. Hay que decir, en su caso, despido masivo de trabajadores en lugar de “ajuste de personal”. Genenocidio en lugar de decir “limpieza étnica”. Usemos sin miedo víctimas civiles en lugar de “daños colaterales”.

El vocabulario que utilizamos día con día es el principal medio de contagio de esta ideología. En nuestras manos está preservar nuestra personalidad, la autenticidad con la que hablamos, sin tener que pensar, permanentemente, si ofendemos a alguien. No expresarnos con libertad, con el único límite del respeto a la ley, violenta un derecho humano, el de existir, que los otros deben respetar igual que nosotros lo hacemos. Ese es el principio de una sociedad más tolerante, sin divisiones artificiales, menos polarizada y más democrática.

*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.

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Juan Carlos Núñez

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