En el panteón de las figuras políticas latinoamericanas, pocas resuenan con la fuerza y la permanencia de Eva Duarte de Perón. Su nombre no solo evoca una época particular de la historia argentina, sino que se ha transformado en un símbolo que trasciende el tiempo, una inmortalidad política forjada en la fragua de la devoción popular y una causa inquebrantable.
A más de siete décadas de su partida física, Evita sigue siendo un faro, especialmente cuando se analiza su rol pionero en la emancipación femenina.
En la década de los 50, cuando el mundo aún se debatía en estructuras sociales rígidamente patriarcales, Eva Perón ya estaba demoliendo barreras con una audacia asombrosa. Su visión de la mujer no se limitaba al ámbito doméstico o a un rol secundario en la sociedad; ella las concebía como protagonistas activas del cambio social y político.
Evita no esperó a que la historia o los movimientos feministas globales dictaran el ritmo; ella se adelantó. Su lucha por el voto femenino en Argentina, logrado en 1947, no fue un mero acto legislativo, sino la materialización de su convicción profunda sobre la igualdad de derechos. "Yo no quise ni quiero ser la abanderada de un pueblo que ya tiene su bandera. Simplemente soy una humilde mujer de la patria, que se pone de pie para luchar por la felicidad de sus compatriotas, para luchar por la grandeza de su patria", afirmó en alguna ocasión, reflejando su compromiso más allá de la mera figura pública.
Pero la acción de Eva Perón trascendió el sufragio. A través de la Fundación Eva Perón, impulsó iniciativas que empoderaron a las mujeres de formas prácticas y tangibles.
Creó hogares de tránsito para madres solteras, escuelas de enfermería, centros de capacitación profesional y programas de asistencia social que sacaron a miles de mujeres de la indigencia y les ofrecieron herramientas para su desarrollo. No se trataba solo de caridad; era una estrategia deliberada para otorgarles autonomía económica y social.
Evita entendió que la verdadera emancipación pasaba por la capacidad de decidir, de trabajar, de educarse y de tener una voz propia en todos los ámbitos de la vida. Su presencia en actos públicos, su oratoria vibrante y su cercanía con las "descamisadas" inspiraron a innumerables mujeres a desafiar las normas establecidas y a ocupar espacios que históricamente les habían sido negados.
La figura de Eva Perón es compleja y ha sido objeto de múltiples interpretaciones, pero es innegable su impacto en la conciencia colectiva sobre el rol de la mujer. Ella no se adscribió a las corrientes feministas académicas de la época, pero su accionar fue, en esencia, profundamente feminista, al buscar la equidad y la dignificación de la mujer en una sociedad que la relegaba.
La inmortalidad política de Evita reside precisamente en esa capacidad de haberse convertido en una causa viva, un estandarte de lucha por la justicia social y, de manera crucial, por la plena participación de la mujer en la construcción de su propio destino. Su legado sigue interpelando, inspirando y recordando que la emancipación es un camino continuo, y que, a veces, una sola mujer puede sembrar las semillas de una revolución que perdura a través de las generaciones.