Sebastián: la geometría del espíritu y el legado que honra a la UAEMéx
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Sebastián: la geometría del espíritu y el legado que honra a la UAEMéx

Miércoles, 19 Noviembre 2025 00:05 Escrito por 
Inventario Inventario Jorge Olvera García

Hay artistas cuya obra trasciende los materiales, los talleres y los años; creadores cuya visión se vuelve, sin proponérselo, una forma de leer al país y de entender a la humanidad. Enrique Carbajal, “Sebastián”, pertenece a esa estirpe rara; la de quienes hacen del arte una ecuación emocional capaz de ordenar el caos del mundo en líneas, vértices y formas que respiran.

Hoy lo felicito con sincero afecto y gratitud, celebrando al escultor, pero también al hombre cuya inteligencia geométrica ha sabido dialogar con la identidad mexicana mediante obras monumentales que se han vuelto parte del paisaje emocional de nuestras ciudades.

A lo largo de décadas, Sebastián ha conjugado lo que a primera vista parecería inconciliable, uniendo arte, geometría, arquitectura y ciencia. Su obra es un puente entre disciplinas que, al juntarse, revelan un orden secreto. Ese orden no es solo matemático, también es espiritual. Porque en sus formas poliédricas hay una voluntad de permanencia, una búsqueda por elevar la mirada del espectador y recordarle que la belleza no descansa únicamente en lo visible, sino también en la estructura que lo sostiene.

En 2014, durante mi rectorado, la Universidad Autónoma del Estado de México recibió un regalo que sintetiza esa filosofía creativa: la Esfera Cuántica Tlacayótl.

No se trató únicamente de instalar una obra escultórica en la Facultad de Contaduría y Administración; se trató de sembrar una idea. La pieza dialoga con la noción de tlacayótl, entendida como la esencia humana, la identidad que nos convoca y nos hace comunidad. Sebastián logró —con su lenguaje propio— unir el rigor cuántico con la profundidad antropológica de nuestras raíces. Y lo hizo con la generosidad del artista que conoce el valor simbólico de lo que entrega.

Ese mismo año, tuve el privilegio —uno de los más significativos de mi vida universitaria— de otorgarle a Sebastián el Doctorado Honoris Causa. No fue solo un reconocimiento institucional; fue un acto de justicia cultural. La UAEMéx rindió homenaje a quien ha sabido pensar el espacio público como una pedagogía silenciosa: esas esculturas que nos acompañan mientras caminamos, que nos enseñan sin hablar y que se convierten en referentes que las generaciones futuras heredan como parte natural de su entorno.

Hoy, al felicitarlo, no puedo evitar recordar la manera en que su obra nos enseñó que la universidad es también un territorio para el asombro. Que la formación profesional y científica convive, necesariamente, con la sensibilidad estética y con la conciencia de que toda comunidad necesita belleza para seguir creciendo. Sebastián, con su geometría luminosa, nos lo recordó con una claridad rotunda.

Apreciado amigo: tu legado honra a la UAEMéx porque honra, antes que nada, a la dignidad humana. Cada una de tus obras nos invita a pensar, a detenernos, a mirar mejor. Y, en tiempos donde la prisa amenaza con desdibujarlo todo, reconocer nos reconoce y eso es ya un acto de profunda generosidad.

¡Muchas felicidades, Maestro Sebastián! Que tu obra siga elevando el espíritu y ennobleciendo el espacio que compartimos.

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