Cada diciembre encendemos luces, pero muchas personas sienten que por dentro todo se apaga. La Navidad llega envuelta en brillo y festividad, pero para otras personas se convierte en una época de silencio, nostalgia y tristeza.
No es debilidad ni falta de espíritu: es una realidad emocional que merece ser vista, nombrada y atendida. La depresión y los trastornos de salud mental en México representan una urgencia.
Según el Observatorio Mexicano de Salud Mental y Adicciones, en los primeros cinco meses de 2025 se atendieron más de 158 mil personas por problemas de salud mental; de esos, el 51.5 % correspondían a ansiedad y el 25.9 % a depresión. Se estima que aproximadamente el 38 % de la población mexicana padece actualmente alguna condición de salud mental.
Sin embargo, hay quienes viven un dolor aún más profundo: madres, padres, hermanos o familiares que buscan a un hijo, una hija o un ser querido desaparecido. Para estas personas, la Navidad no solo trae la nostalgia típica o la soledad de las fiestas, sino el vacío tangible de la ausencia y la incertidumbre constante.
La tristeza y la ansiedad se mezclan con la desesperación y el miedo, generando una carga emocional que excede cualquier expectativa social de “felicidad navideña”.
Los riesgos de esta sobrecarga son reales: aumento de ansiedad crónica, trastornos del sueño, debilitamiento del sistema inmunológico, aislamiento social, conductas de riesgo y, en casos extremos, ideación suicida.
Las mujeres, especialmente madres de hijos desaparecidos, enfrentan no solo la pérdida y la angustia sino también la sobrecarga social y emocional que recae sobre ellas: sostener a la familia, acompañar a otros hijos, buscar justicia y, la incomprensión.
Los servicios de salud mental —consultas psicológicas y psiquiátricas— muestran un uso creciente durante estas temporadas de alta presión social (IMSS, 2025). Esto evidencia la necesidad urgente de ofrecer acompañamiento profesional, grupos de apoyo, programas comunitarios y espacios seguros para quienes atraviesan estas situaciones.
Por eso, hablar de salud mental en diciembre no es un lujo: es una responsabilidad. Es necesario garantizar atención accesible y sensible, acompañamiento emocional, y políticas públicas que reconozcan la desigualdad de género y la carga emocional de quienes viven la desaparición de un ser querido.
Necesitamos comunidades que escuchen, acompañen y creen espacios seguros para quienes sufren en silencio.
La Navidad pesa… pero puede pesar menos si la sociedad se une en cuidado, compañía y comprensión. Porque las luces exteriores alumbran poco cuando no hay luz interior —y nadie debería sentir que tiene que soportar el dolor solo.
#VozDeMujer
#LupitaEscobar
#Depresión
#SaludMental
#TúVidaImporta

