Paisajes de la economía mundial y mexicana antes, durante y después de la batalla contra el Coronavirus

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Paisajes de la economía mundial y mexicana antes, durante y después de la batalla contra el Coronavirus

Domingo, 02 Agosto 2020 00:08 Escrito por 
Paisajes de la economía mundial y mexicana antes, durante y después de la batalla contra el Coronavirus Paisajes de la economía mundial y mexicana antes, durante y después de la batalla contra el Coronavirus

Antes de que apareciera la pandemia del Coronavirus la economía mundial y, marcadamente, la estadounidense, estaba cumpliendo una década de crecimiento, tras salir de la crisis financiera que provocó el crac del 2008 y la Gran Recesión del 2009.

En el caso concreto de México, por la vinculación cada vez mayor de la economía corrimos una suerte paralela, con la afortunada excepción de que en esa ocasión nuestro país no sufrió quiebras bancarias. Se tuvo sí una recuperación desigual y combinada con la de Estados Unidos, con relativamente baja inflación, con aumento de empleos aunque pobremente remunerados. Se incurrió en mucho endeudamiento público, pero poco eficaz debido a la corrupción y aumentó la deuda corporativa que en buena parte se destinaba a la especulación y/o a la re compra de sus propias acciones.

En general, el crecimiento económico en el mundo en la década 2010-2019 se caracterizó por su todavía mayor concentración del ingreso (el notorio 1%) y aunque hubo alguna recuperación del empleo éste se basó en salarios reales menores a los de antes de la Gran Recesión, lo que mantuvo débil la demanda efectiva de la mayor parte de la población.

La política monetaria estadounidense y de muchos otros países de inyectar grandes cantidades de dinero a bajas tasas de interés para rescatar a la banca, hicieron que el mercado bursátil se sobrevalorara y se incurriera en un elevado endeudamiento público y empresarial (aprovechando las bajísimas tasas de interés, las tesorerías de las empresas destinaron más fondos de sus préstamos a la Bolsa que a inversiones reales).

En consecuencia, el crecimiento económico resultó relativamente lento, con poca inflación, ya que por los bajos salarios la demanda no se incrementó tanto como se esperaría del impulso de la laxa política monetaria y crediticia, que benefició más a los grandes bancos y corporaciones, y poco a los sectores de menores ingresos afectados por la crisis del 2008-2009.

Esta fue la evolución general, aunque en cada país el desarrollo fue diferente. En Asia, China no tuvo una crisis financiera, aunque su elevado ritmo de desarrollo económico gradualmente se desaceleró. Japón siguió estancado, pero India tuvo un extraordinario crecimiento en los últimos años. Europa fue de las regiones más afectadas, especialmente en el sur (España, Grecia, etc).

En América, los países latinoamericanos pasaron por severas convulsiones, aunque México pudo evitar una nueva crisis bancaria y de deuda, gracias a los flujos de dólares (por petróleo, remesas y deuda externa) que incrementaron sus reservas monetarias y mantuvieron relativamente estable el tipo de cambio.

En el trasfondo histórico de esta configuración global no hay que olvidar que está el factor común de un paisaje tecnológico en transformación acelerada. Tanto en la mecánica como en la informática, lo digital actualmente opera a velocidades cada vez más altas. Con ello, se modifican formas económicas de producción y hábitos sociales y de consumo, distribución y almacenamiento de cosas y grandes cantidades de datos que amplían y pueden hacer más eficaz nuestra memoria. Para bien o para mal: depende de nuestras decisiones.

2020

Esta vez la pandemia del Covid-19 plantea a la economía mundial algo diferente a las crisis y financieras anteriores. Aunque por sí solo el ciclo económico de la economía estadounidense hubiera llevado a una cierta recesión (en Estados Unidos su economía se venía desacelerando y por ese impacto y por el propio ciclo político interno en México el crecimiento se estancó ya desde 2019), la emergencia de la pandemia del Covid-19 agravó la situación.

El anuncio oficial de la pandemia coincidió en marzo de este año con la guerra de precios internacionales del petróleo que declaró Arabia Saudita y la Organización de los Productores y Exportadores de Petróleo, lo que causó mayores turbulencias en todos los mercados, principalmente en las Bolsas mundiales. Al gobierno de México, esa caída le perjudicó especialmente al reducir sus ingresos fiscales por la exportación de petróleo.

Al anunciarse oficialmente la pandemia el 11 de marzo, se desencadenó un nuevo crac bursátil mundial. Y en particular, desde el confinamiento, nos enfrentamos mundialmente a una situación absolutamente inédita: la práctica interrupción de la actividad económica por la necesidad de frenar el contagio. Con los muy negativos e inusitados resultados que son de todos conocidos, tanto a nivel mundial como en el caso de nuestro país.

Esta situación en curso está requiriendo a su vez respuestas inéditas y cambiantes, según las condiciones y posibilidades de cada nación o región. Los países de la OCDE que mayor proporción de recursos (en proporción a su producto interno bruto) han destinado a programas de ayuda han sido Japón, Alemania, Francia, Estados Unidos.

México es de los países que menos recursos fiscales ha destinado al apoyo para enfrentar la pandemia, según explica el gobierno porque el costo del dinero (tasa de interés) es mucho más caro que en los otros países miembros y la presente Administración ha heredado una enorme deuda pública.

Sin embargo, después de un titubeante comienzo con apoyos dispersos ya existentes recientemente el gobierno mexicano recurrió a utilizar algunas medidas mediante el Banco Central. Estas se están traduciendo en el uso masivo de los instrumentos más monetarios y crediticios que fiscales, con dos objetivos fundamentales: uno, compensar el desplome de la demanda (exenciones y aplazamientos, créditos condicionados a mantener el empleo, subsidios, complementos salariales, etc.), y dos, evitar que este desplome se transforme en una crisis bancaria, a través de medidas extraordinarias de suministro de liquidez, programas de garantías públicas para evitar la escalada del riesgo de crédito a las pequeñas y medianas industrias y amplia flexibilidad regulatoria en las exigencias de capital a los bancos, que les permite diferir por algunos meses los pagos de sus deudores (y evitar así algunos meses el posible aumento de la cartera vencida en los estados contables de la banca y de las empresas).

Tras una nunca vista caída de casi 19 por ciento en el producto interno bruto en el segundo trimestre del 2020, gradualmente empezó a reabrirse la actividad económica del país. También se está propiciando que las empresas tengan recursos líquidos para hacer frente a sus obligaciones y se están identificando sectores que tengan impacto rápido en la economía, como la construcción, por lo que se está trabajando en la reapertura, siguiendo las medidas sanitarias adecuadas.

Asimismo, se está impulsando al sector de comercio exterior, al tener vinculadas las cadenas de valor con Norteamérica y para ello debería ayudar el Tratado México, Estados Unidos, Canadá (T-MEC), que entró en vigor en julio. Sin embargo, permanecen los riesgos para el comercio de México porque en Estados Unidos –destino de 80 por ciento de las mercancías mexicanas– repuntó el número de contagios de Covid-19 y en México no se ha logrado controlar la epidemia, por lo cual la reapertura económica es más gradual de lo esperado y la recuperación puede estropearse si hay un rebrote u otras complicaciones internas o externas.

En algunas actividades manufactureras, extractivas, agropecuarias o del sector terciario como los restaurantes y la hotelería, que absorben mucho empleo, la situación es asfixiante. No hay gran demanda y en el turismo las comidas y los viajes de negocios han sido sustituidas por reuniones virtuales donde se tratan los asuntos que antes se discutían en torno a una mesa de restaurante en una u otra ciudad.

El cierre de estos negocios, que implica el desempleo de buen número de personas, pero además el desamparo económico de muchas familias, sigue amenazante. Muchas compañías y las firmas restauranteras más famosas y los grandes hoteles que vivían tanto del turismo como de las citas de negocios son las que más están resintiendo y no se ve, a corto plazo, una solución al problema si el Gobierno no aplica rápido un plan de rescate.

2021 en adelante

Para el mediano plazo (1 a 3 años), aun descubierta una vacuna se llevará tiempo su aplicación eficaz generalizada. Quedarán muchos daños residuales de la parálisis social y económica: el choque de oferta como el experimentado durante la pandemia, conducirá a una demanda débil y deficiente, a menos que se implementen medidas drásticas como la implantación de algo como el Seguro al Desempleo o el Ingreso Básico Universal, a cargo del Estado, pues hasta la imposición de una redistribución del ingreso por la vía fiscal sería en este contexto de muy dudosos resultados para el crecimiento económico y el empleo en general.

Es evidente que esta nueva crisis dejará huellas duraderas. En primer lugar, en lo económico y lo social. Pero también sacudirá ideologías y políticas. La Gran Recesión de 2008-2009 dejó un resto bien conocido en forma de populismo, nacionalismo y repliegue de la globalización. La Crisis de la Pandemia agudiza estas tendencias y la gravedad de la situación mundial radicaliza ideologías, se cuestionan los modelos de economía y se polarizan las posiciones políticas, influyendo en elecciones.

Y aun al iniciar la esperada recuperación, la economía mundial tendrá que afrontar los retos, insuficiencias y desequilibrios que ya la acompañaban antes de entrar en esta nueva gran crisis, sobre todo, la desigualdad de los ingresos y la persistente dificultad para generar suficientes empleos, justamente remunerados.

Quedará el reto de recomponer el patrimonio gastado, reponer los ahorros, fortalecer la salud de los negocios para reducir el riesgo de quiebra que amenaza a muchas empresas y aun a bancos.

En nuestro país sigue en el horizonte el gran reto de lograr un mayor ritmo de crecimiento económico, para enfrentar el problema de la pobreza y de la falta de empleos formales y adecuadamente remunerados y con seguridad social.

Los mayores desequilibrios heredados de este terrible episodio y las decisiones que se han tomado y se tomen para seguir enfrentando esta crisis que ha trastornado al mundo marcarán el curso futuro en lo económico, en lo social, en lo político. No es el fin de la Historia, ni el fin del capitalismo, pero sí el fin de una fase de su crecimiento y, tras la amarga purga de esta recesión, puede ser el comienzo de la transición a una nueva etapa tecnológica más equilibra.

Agosto 2020

Los mayores desequilibrios heredados de este terrible episodio y las decisiones que se han tomado y se tomen para seguir enfrentando esta crisis que ha trastornado al mundo marcarán el curso futuro en lo económico, en lo social, en lo político. No es el fin de la Historia, ni el fin del capitalismo, pero sí el fin de una fase de su crecimiento y, tras la amarga purga de esta recesión, puede ser el comienzo de la transición a una nueva etapa tecnológica más equilibrada, de relaciones y convivencia más humanas. De esas decisiones depende.


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Javier Ortiz de Montellano

Articulista invitado