Ya nada es sorprendente, pero este tema del Infonavit bien merece una pausa para digerirlo tranquilamente y tratando de no molestarse tanto. Tanto, porque sí es para pegar el grito en el cielo.
El reciente programa, otro aparte de ese del que van a disponer de nuestros ahorros, anunciado por su director, Octavio Romero Oropeza, plantea la alternativa para que más de 145 mil viviendas ocupadas de forma irregular sean ofrecidas a los “pobres” que no tienen dónde vivir, en renta con opción a compra. Sí, a esos que se metieron sin permiso, que no ha habido forma de sacarlos… ¡ah! y aunque no sean derechohabientes, les van a dar facilidades para que “se hagan de su casita”.
Vamos a analizar.
Es una idea que, si se mira de lejos, con candidez, con tranquilidad y si no es de uno la casa, suena con muy buenas intenciones. Pero vayamos del otro lado: si se mira con lupa, huele a premio para el invasor que se queda con una vivienda, y castigo para el trabajador que toda la vida se ha fregado para poder cumplir con los pagos. Bueno, ¡hasta creen que los invasores van a querer pagar!
La postura de la Unión de Industriales del Estado de México (Unidem) fue clara, en defensa de los trabajadores: el programa no puede incluir propiedades en litigio o cuyos dueños originales aún tienen interés en recuperarlas. Pero es que es una sinrazón. Es verdaderamente una abierta invitación institucional al despojo: “Si no puedes con tu crédito, espera a que te invadan la casa… y luego Infonavit se la regulariza al nuevo ocupante”.
Inaceptable. Los invasores, que ya está comprobado, regularmente son bandas organizadas dedicadas a apoderarse a la mala de las casas, no pueden ser los beneficiados sólo así. Ya tuvimos el ejemplo de doña Carlota. ¿En qué están pensando las autoridades?
Francisco Cuevas Dobarganes, dirigente empresarial, lo dijo claramente: alrededor de 25 mil viviendas invadidas se ubican en municipios mexiquenses como Zumpango, Chalco, Toluca, pero además Tecámac, Ecatepec, Chalco y muchos más. Zonas en las que hace décadas se desarrollaron conjuntos urbanos alejados de todo y sin transporte, sin servicios, sin empleos. Sólo recordemos las ciudades Bicentenario, un fracaso anunciado. Las casas quedaron abandonadas, vandalizadas o invadidas. Pero el Infonavit, a pesar de ello, a pesar de ver lo que ha ocurrido y aprender de la experiencia, en vez de corregir parece que está decidido a institucionalizar la decadencia y generar más conflictos sociales. ¿Los dueños se dejarán tan fácilmente despojar, aunque ahora sea legalizado?
Por supuesto que el problema no debe ignorarse. Al contrario. Miles de trabajadores han perdido su patrimonio por las crisis, por las malas políticas públicas que priorizaron la especulación inmobiliaria sobre el bienestar y otras cosas. Ellos son a los que se les debe dar prioridad para la recuperación de sus casas. Si ya no las quieren o no pueden pagarlas, entonces ahí sí abrir la puerta a otros, pero analizar a los posesionarios. Que no hayan invadido a la mala. Pero nunca darles un beneficio a costa de quienes sí han cumplido.
El argumento de que de esa manera se “salvan” las colonias abandonadas tiene algo de cierto. Va. Quizá. Nadie quiere más pueblos fantasma. Pero hay formas de evitarlo. No legalizando el abuso. Ninguna ley puede basarse en violar derechos de propiedad o en normalizar la ocupación irregular como método de acceso a la vivienda.
Regularizar no debe ser sinónimo de “bueno, me rindo”. Que las autoridades acaben con su cartera vencida, sí. Que busquen la recuperación y rehabilitación de zonas deterioradas, también. Pero que lo hagan bien, que se piense adecuadamente qué es lo mejor. Que no se comentan injusticias y que se acuerden de quienes han hecho un gran esfuerzo. Porque detrás de esos invasores hay un trabajador que fue traicionado por el sistema… porque siempre termina creyendo en éste.
Es importante que el Infonavit ya no defraude más a los trabajadores. Tiene la oportunidad de hacerlo, pero no con premios para el que comete una irregularidad. Dicen que “la legalidad no puede ser flexible sólo porque el fracaso fue colectivo”.