El amanuense sorbe lentamente de su café mexicano sin azúcar. Esa antigua cafetería del Centro Histórico es su sitio ideal para leer y enterarse de que no es un periodista apreciado; es, incluso, hasta incómodo. Su redacción les parece a algunos hasta ofensiva y su sarcasmo “le cae gordo” a la mayoría de los políticos. Opinar sobre lo que diario lastima al país, al estado y a Toluca incomoda a ciertos actores que le envían mensajes reprobatorios, lo excluyen de eventos y refutan lo que escribe y habla… Pero en la función de los periodistas no está “caer bien”…
El atentado político en Uruapan vive lo más amargo de la nefasta disputa ideológica. El gobernador Alfredo Ramírez Bedolla, que se burlaba de Carlos Manzo, hoy se muestra preocupado porque hasta él es un presunto autor intelectual; y luego está el espectáculo dantesco del Congreso, donde a diario gritan sin sentido. Unos culpando al pasado: “¿Dónde estaban antes?”, y otros respondiendo: “¿Ustedes dónde están hoy?”, vociferan cual verdulería de mercado. Pero ¿acaso les importa lo que sucede en el sur? ¿Los que extorsionan y asesinan en Acapulco? ¿Los vecinos que mataron a extorsionadores en Texcapilla? ¿O si la estrategia de inteligencia considera a los Viagras, los Blancos de Troya, el Cártel de Acahuato, la Nueva Familia Michoacana, los Caballeros Templarios o el Cártel de Tepalcatepec? ¿O sólo saben del “Chapo”, el “Mayo” o los de Jalisco? Al menos, el Plan por Michoacán dado a conocer en Palacio (¿miedito?) no habla de combatir al crimen.
Cheque usted esto: el asesino del alcalde de Uruapan fue identificado como Osvaldo Gutiérrez Vázquez, alias "El Cuate", al parecer miembro de una probable célula del Cártel Jalisco. Tenía 17 años y se acercó al objetivo para dispararle. El precio por la vida de Manzo eran 50 mil pesos, que no cobró.
“El Cuate” era parte de una generación infantil que es reclutada por cárteles para ocuparse de ejecutar a rivales. Si fallan y mueren, nada se perdió; pero si lo logran, van ocupando otras responsabilidades. Sus reclutadores los llaman “pollitos de colores”. ¿Se acuerdan de esos pollitos que vendían en los mercados y estaban pintados de colores? Su tiempo de vida era muy corto debido a los químicos de la pintura, y sólo servían para que los niños jugaran un rato con ellos. De ahí el cruel apodo tras su incorporación a grupos criminales.
Se tiene evidencia de que son raptados desde los 5 años y los adiestran como halcones para observar a la policía y movimientos extraños en las localidades. Desde los 9 y hasta los 14 son dealers o vendedores de droga, incluso cobradores de piso, y desde los 15 se convierten en sicarios.
La Red por los Derechos de la Infancia en México refiere que, a los 12 años, ya “trabajan” como vigilantes en casas de seguridad de secuestradores. Actualmente se tiene un registro estimado de unos 145 mil niños incrustados en grupos delictivos, y que al menos otros 250 mil estarían en riesgo de ser enrolados debido a factores como la pobreza, la violencia intrafamiliar y el abandono gubernamental en sus comunidades.
Iniciativas para contrarrestar este tema existen. Desde 2021, los azules han presentado al menos 50 para rescatar a los infantes y tipificar el delito de reclutamiento por encima del de desapariciones, pero no es algo que a la mayoría morenaza le interese y las han desechado.
Carlos Manzo fue ejecutado por un adolescente cuyo origen está firmado por la pobreza y la marginación, ingredientes que a algunos políticos les interesa perpetuar. Hasta otro Sótano.
Mi X: @raulmandujano

