De política ficción: El infierno de las arcas públicas
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De política ficción: El infierno de las arcas públicas

Martes, 25 Noviembre 2025 00:00 Escrito por 
Reseñas y Sucesos Reseñas y Sucesos Edgar Tinoco González

El infierno de las arcas públicas le llaman. Municipio veraniego sin mayor atractivo que un riachuelo que serpentea tímido entre los albores de la ciudadela. Aquella cabecera resguardada por tradiciones patronales, por el jolgorio de las fiestas abrileñas, donde desfilan frondosos los vestidos alrededor del quiosco en domingo, acompañados de cinturones piteados que engalanan a caballeros, chicos y grandes, todos muy ostentosos y bien engullidos por la inercia de lo cotidiano.

Como cada tres años, se aproxima la sucesión presidencial del municipio. Ritual emblemático donde los pequeños aspirantes interrumpen sus labores cotidianas para alzar la mano. La designación se cocina siguiendo una ruta crítica que acelera una ungida unilateral —pero públicamente consensuada con la disciplina partidista—, un proceso diseñado para pasar inadvertido, sin sobresalto, casi invisible ante la apatía de las mayorías.

Marcha la comitiva real saliente, con el alma desgastada tras tres años de añoranzas colectivas y escasos bienes públicos que los sostengan en la memoria, más allá de lo percibido por unos bolsillos insaciables. Regidores y directores que, con demagógicos argumentos, son premiados por lealtades insensibles, pero funcionales. Vocación tienen, sí: la de servirse y ser servidos por la implacable avaricia del poder, del control y del falso progreso.

Son los transeúntes quienes divisan un porvenir inmerecido por la corrupción lacerante que supera su cultura y su entender. Relatos que suceden desde el norte al sur: pasando por la heroica Guaymas sonorense, por la algarabía campechana, la apetecible quietud de la Pinotepa oaxaqueña, lo caudaloso de las tres Huastecas —potosina, hidalguense, veracruzana— hasta lo luminoso, mágico y rumbero del Caribe quintanarroense.

Y así, en más de 2,300 municipios que, sin ser todos, existen sin existir. Lugares donde todavía persiste el poderoso, el grandilocuente patrón y el enigmático virrey del otrora sistema estabilizador.

Es aquí donde florece México: país de linaje profundo, de colores y sabores, de una historia que debate y debuta su futuro aun cuando la inequidad de proporciones, procedencias y coyunturas lo nublan todo. México sucede sin suceder, porque los números nos cuentan lo que realmente cuenta, pero a la gente no le alcanza, ni le cuadra, ni le sale la cuenta.

Le llaman el infierno de las arcas públicas a ese municipio sin otra regla que el emprendimiento a modo; alejado de la alta urbanización, atrapado en una regresión perpetua. Donde el tiempo no avanza, sólo retrocede como si buscara su oportunidad para brillar y ganarse un sitio en la nación. Donde las arcas pertenecen a los mismos poderosos señalados por el dedo divino democratizador que no permite despegar a nadie más.

Aquí nace la política ficción: ese territorio donde aún creemos que las cosas pueden mejorar. Donde soñamos con funcionarios encumbrados pero cercanos, empáticos ante las demandas sociales, humildes en su actuar, cálidos frente a la problemática real. Donde mujeres y hombres gocen de alternativas de realización, donde las libertades y derechos se amplíen como una norma suprema en una retórica que no quede únicamente plasmada en la Constitución.

Que sean tres años de fiesta ciudadana, de comparecencia permanente y de grandeza comunal.

En fin… sólo un pensar. Un deseo para que la norma no sea que los malos gobernantes caigan, sino que los maleantes no tengan oportunidad de trascender. Que no encuentren resquicio en la función pública por su falta de vocación, su insensibilidad y lo desgarrador de su actuar. Que la concupiscencia del poder deje de ser la regla y pase a ser la excepción.

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Edgar Tinoco González

Reseñas y sucesos