El desesperado intento de recuperar su historia

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El desesperado intento de recuperar su historia

Miércoles, 21 Febrero 2024 00:22 Escrito por 
Alfredo Albíter González Alfredo Albíter González Lo bueno, lo malo y lo serio

Es evidente que el presidente Andrés López Obrador, ante la cercanía del fin de su sexenio, se nota más desesperado que nunca. Luchó por más de 20 años para conquistar el máximo cargo y con él, el poder que conlleva alcanzarlo, y que, a final de cuentas, es lo que más extrañará una vez que lo deje.

El tiempo se le ha ido en perseguir a sus adversarios, reales o no, y en aplicar un personal ajuste de cuentas. Impuso una realidad alterna a la que a diario viven millones de mexicanos, por aquella en la que todo va de maravilla y parece creer que no tendría por qué haber queja alguna en su contra. Incluso, podría imaginar que “su pueblo” impulse la idea de que debería ser canonizado, no porque en verdad es lo que desee, sino que con esa idea estaría rebosante su ego.

Sin embargo, la historia no la escribe el actor, sino los historiadores, con el apoyo de quienes son y serán testigos; tal vez si pudiera darle una ojeada al futuro, seguramente no le gustaría nada lo que se escribirá sobre él, su gobierno, y especialmente, de la administración morenista.

Menos aún, podría asegurar qué harán sus, ahora incondicionales, ya no les podrá dictar órdenes; posiblemente, y una vez que deje de ser presidente y empiece a perder importancia en la discusión pública, ya no tendrá control sobre ellos; porque así sucederá tarde que temprano, es irremediable.

El cómo seguir imponiendo la discusión transexenal es lo que mantiene ocupado al oriundo de Macuspana, pero, por mucho que quiera hacer, como ahora lo intenta con las 20 reformas enviadas para su discusión al congreso, no le alcanzarán para conocer la calificación que le tienen guardada de su paso por la presidencia de la República.

Ante la persecución en contra de sus adversarios y la búsqueda incansable de venganza, se dará cuenta que se le fue el tiempo, y también, que el odio sembrado no puede tener otra cosecha que el odio mismo; no le va a gustar, pero para ese momento, sus berrinches ya no impactarán en todo el país.

Aunque aún falta un tramo del recorrido para poder hacer la correspondiente valoración completa del trabajo gubernamental, así como para realizar el control de daños y el abuso del poder, pues por el momento no se puede realizar porque todo pasa por una coladera demasiado fina como para descubrirlo, como lo representan las mañaneras; ante cualquier señalamiento, acusación, o investigación, puede responder, mentir y victimizarse, pues es el dueño único del micrófono más potente por el momento.

Lo que desde este momento debería dar por asentado López, es que sus equivocaciones, ahora contenidas, se enarbolarán en lo más alto, para hacer escarnio del terrible sexenio que está a meses por concluir, y esos errores serán hierro fundido que lo perseguirán por doquier que vaya, si no es que lo obligarán a exiliarse por sí mismo cuando se entere que la primacía no será más suya, y quien lo sustituya y reconozca lo que tiene en sus manos irremediablemente lo irá haciendo a un lado.

El riesgo de las reformas y todo lo que ha intentado imponer como su legado López Obrador, es que son armas de doble filo; normalmente los políticos no quieren ver más allá de sus ojos, la mayoría, en esas instancias, sienten que son invencibles; es lo que creen por lo que representan en su momento, y suponen que es única y para siempre; única, sí, pero no eterna.

Poco a poco lo abandonarán aquellos que hoy se muestran obsequiosos, y los primeros en alejarse serán los empresarios; en efecto, aquellos que fueron acusados en otro tiempo por él mismo, como parte de la mafia del poder,  y que en su sexenio no han dado un solo paso hacia atrás en su enriquecimiento, pues son hombres de negocios, se acomodan y dicen lo que les conviene para mantener sus empresas con vida; éstas, existían antes de la aparición en la vida pública del tabasqueño, y seguirán existiendo después.

De sus obras, si acaso, y si resulta ser Sheinbaum la próxima presidente, se alentará su mantenimiento a costa de los impuestos de los ciudadanos; pero, de acuerdo a las condiciones actuales y la paupérrima aceptación que ha mostrado la ciudadanía, no producirán como se ha prometido, eso lo saben, incluso, los propios morenistas.

Y es que, el presidente (que sí es conservador con franca vena dictatorial), hacia el final de su administración, con descaro, evidencia que nunca fue demócrata, ni progresista, ama lo que fue el PRI durante décadas, y su sueño, es regresar a ese pasado que hace tiempo debió haber quedado enterrado para siempre.

La primera desastrosa decisión de su gobierno lo perseguirá hasta en sus sueños; la cancelación del aeropuerto de Texcoco marcó lo que sería su administración, ésta se materializó con un puñado de ciudadanos que desconocían los alcances del proyecto, así como las condiciones que tiene el actual “Benito Juárez” y el poco futuro del que lo suplantó.

López Obrador dejará varios pendientes, tras una visión muy personal, nunca escuchó ni dialogó con la oposición, hizo a un lado la política, en cambio, impuso sí o sí su voluntad; sin embargo, todo se revierte, pues en el caso de que llegue al poder un gobierno no afín, estará lamentándose, transitó como si el cargo fuera eterno, y su condición, igual.

AMLO sabe que el tiempo se le acaba, y no hay forma de adelantarse a conocer un futuro incierto, y más lo es por la galopante inseguridad que amenaza por comerse a la mayoría de los gobiernos morenistas, una vez que el presidente no sea más presidente.

El sueño macuspano seguirá siendo eso, un sueño, mientras otros llegarán con otras ambiciones, y otras ideas, a pesar de que considera que ha hecho lo suficiente como para eternizarse; no obstante, llegará el momento que su imagen sufra una metamorfosis.


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Alfredo Albíter González

Lo bueno, lo malo y lo serio