Sin papeles, pero con derechos: la dignidad no se reporta
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Publicado en Opinión

Sin papeles, pero con derechos: la dignidad no se reporta

Miércoles, 16 Julio 2025 00:05 Escrito por 
Inventario Inventario Jorge Olvera García

Hoy, el foco de nuestra atención se posa sobre los campos agrícolas de California, donde la labor de manos curtidas se mezcla con la sombra de las redadas del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas. Familias son separadas, y aquellos que cultivan la tierra que alimenta a Estados Unidos se ven perseguidos por la burocracia y el miedo. Esta situación es una paradoja cruel: quienes nutren la prosperidad de una nación son tratados como una amenaza.

México y Estados Unidos, más que vecinos, somos naciones con una historia compartida. Una historia tejida con encuentros, desencuentros y, sobre todo, una fraternidad que, a pesar de los vaivenes políticos, ha persistido. Millones de mexicanos han cruzado esa línea invisible en busca de una vida mejor, de una oportunidad que sus tierras de origen no pudieron brindarles.

Lo han hecho con la misma convicción y el mismo espíritu de superación que cualquier otro inmigrante que ha contribuido a la grandeza de este país.

El migrante, sin importar su estatus migratorio, es un pilar fundamental en la sociedad estadounidense. Son el motor silencioso de la economía, la mano de obra incansable que sostiene industrias enteras, desde la agricultura hasta la construcción y los servicios.

Son padres y madres que sueñan con un futuro para sus hijos, trabajadores que madrugan y anochecen para enviar remesas a sus familias, contribuyendo así al bienestar de ambos países. Ignorar su contribución es cerrar los ojos a una realidad palpable, a un vínculo innegable.

Y es aquí donde la frase del ilustre Nelson Mandela resuena con una fuerza demoledora: “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar. El amor llega más naturalmente al corazón humano que su contrario.”

Esta es la brújula moral que debe guiarnos.

Los derechos humanos no son un privilegio otorgado por un gobierno, sino una condición inherente a nuestra existencia. El derecho a la vida, a la libertad, a la seguridad personal, a la igualdad ante la ley, al trabajo digno; estos son universales e inalienables, y no dependen de un papel o un sello.

Los operativos en los campos agrícolas de California no solo laceran vidas, sino que también corroen el tejido de esa fraternidad histórica. Son un recordatorio doloroso de que, a veces, la ley se divorcia de la humanidad. Pero las adversidades no deben apagar el compromiso con la dignidad.

Los migrantes, “sin papeles pero con derechos”, merecen el mismo respeto, la misma protección y la misma consideración que cualquier otro ser humano. Porque, al final, la dignidad, esa sí, no se reporta.

 

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