Las balas que silenciaron secretos de Estado... A 41 años del asesinato del periodista Manuel Buendía

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Publicado en Opinión

Las balas que silenciaron secretos de Estado... A 41 años del asesinato del periodista Manuel Buendía

Viernes, 30 Mayo 2025 00:05 Escrito por 
Ecos del pasado Ecos del pasado Juan Manuel Pedraza Velásquez

columna 1

Una aciaga tarde del 30 de mayo de 1984, cuando el bullicio de los oficinistas inundaba las calles de la Ciudad de México posterior a una jornada de trabajo, fue cobardemente asesinado el periodista Manuel Buendía Téllez-Girón, en aquel entonces el columnista más leído de todo el país. Su columna “Red Privada” era replicada en más de una veintena de periódicos. En ella, Buendía desenmascaraba las complejas redes de poder, la corrupción estructural, el nepotismo, los vínculos del narcotráfico con altos funcionarios gubernamentales y el intervencionismo norteamericano en asuntos internos de la República Mexicana.

Para la inmensa mayoría de los mexicanos, el nombre de Manuel Buendía era prácticamente desconocido, pero su influencia era significativa en el gobierno y entre las altas esferas de poder. Para estas personas, la columna de Manuel Buendía representaba la constante exposición de sus actos de corrupción, su abuso de poder y su vínculo con temidos y poderosos delincuentes, entre los que se encontraban connotados capos del narcotráfico. El trabajo de Buendía era una amenaza para aquellos funcionarios que deseaban mantener sus actividades ilegales al amparo de la protección gubernamental.

Para esclarecer un poco los misterios que cubren su asesinato, es necesario abordar, de manera somera, la carrera y el contexto histórico del periodista. Manuel Buendía nació en Zitácuaro, Michoacán, un 24 de mayo de 1926. Al concluir la escuela primaria, Manuel Buendía entró al seminario de Morelia, puesto que en comunidades rurales la carrera sacerdotal aún era la única forma de continuar los estudios. En 1942 emprendió un viaje a la Ciudad de México, en el cual continuó su formación y dio sus primeros pasos en el periodismo mexicano. Aprovechando su instrucción religiosa, colaboró para La Nación, periódico oficial del Partido Acción Nacional.

Posteriormente abandonó la publicación para incursionar en el diario La Prensa, que se destacaba en nota roja y temas policiales. En 1960, Buendía había iniciado su columna Red Privada, donde comenzó a denunciar los abusos de poder y la colusión del crimen con autoridades gubernamentales. No obstante, fue en La Prensa donde Buendía experimentó por vez primera la censura. Después, Buendía mudó su trabajo periodístico a varios diarios de circulación nacional como El Universal y Excélsior, donde muy pronto sus columnas le dieron notoriedad en el gremio periodístico, aunque también le valieron el repudio de la clase política mexicana.

Desde finales de la década de 1960, nuestro país daba síntomas de una profunda crisis política y económica. El auge económico se había detenido, cada vez crecía el descontento, la devaluación y la inflación, aunado a que el pueblo cada vez más perdía la fe en un obsoleto partido político que afirmaba ser el heredero de la Revolución Mexicana. Esta crisis se agudizó durante los gobiernos de Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo, en los cuales comenzó un crecimiento del narcotráfico y hubo casos de corrupción muy notorios.

El más afamado de éstos fue el de Arturo Durazo Moreno, sombrío jefe de la policía capitalina y amigo de la infancia de López Portillo.

Con la llegada al poder de Miguel de la Madrid Hurtado, el gobierno federal se propuso una “renovación moral”, donde pretendió combatir la corrupción y recuperar la confianza de la ciudadanía en el aparato gubernamental. La renovación moral tuvo una gran cobertura mediática y logró poner tras las rejas a connotadas figuras de las pasadas administraciones. Tal es el caso de Jorge Díaz Serrano, ex director de PEMEX, y Arturo “El Negro” Durazo. Sin embargo, este impacto fue superficial, un mero espejismo, puesto que el nivel de corrupción alcanzó niveles escandalosos y cada vez era más notorio el grado de complicidad entre el gobierno y la delincuencia organizada.

En el contexto anterior, las amenazas a medios de comunicación independientes y periodistas críticos fueron en aumento. A través de la infame Dirección Federal de Seguridad se espió, investigó, hostigó y reprimió a una gran cantidad de escritores contrarios a las ideas gubernamentales. Buendía ya había recibido constantes amenazas; incluso portaba varias armas de fuego, las cuales, según gente cercana a él, planeaba usar en el momento que fuera necesario. Buendía llevaba una relación cercana, algunas fuentes afirman que de amistad, con José Antonio Zorrilla Pérez, jefe de la Dirección Federal de Seguridad en 1984.

El 30 de mayo del año mencionado, Buendía fue asesinado mediante cinco disparos que impactaron en su espalda. Pese a que el asesinato indignó a la prensa mexicana, muy pronto las investigaciones demostraron dilaciones e incoherencias. Como autores materiales del crimen fueron identificados Rafael Moro Ávila y José Luis Ochoa “El Chocorrol”.

El caso dio un giro inesperado en 1989, cuando José Antonio Zorrilla fue acusado y encarcelado por ser el autor intelectual del asesinato de Buendía. De esta manera, el gobierno de Carlos Salinas daba un carpetazo momentáneo al asunto y, al mismo tiempo, legitimaba su régimen con este golpe mediático.

Pese a que mantenía una relación cercana con Buendía, personas cercanas a Zorrilla lo mostraban como un hombre traicionero, desleal, engañoso y sumamente servil a las instituciones gubernamentales. En un primer momento, su arresto sólo produjo sospechas y dudas entre la prensa mexicana. Zorrilla fue liberado en 2009, y para muchos fue sólo un chivo expiatorio que tapó un caso más de impunidad en México. No obstante, en fechas recientes, politólogos, historiadores, periodistas y escritores han retomado el caso Buendía y han sacado a la luz teorías respecto al asesinato del afamado periodista.

Uno de los principales sospechosos es el exgobernador de Guerrero, Rubén Figueroa Alcocer, tristemente célebre y afamado asesino de periodistas y guerrilleros, quien convirtió su entidad en un feudo personal. Figueroa tenía diversos motivos para asesinar a Buendía, puesto que el periodista había denunciado en numerosas ocasiones la corrupción y las atrocidades perpetradas en aquel estado. Otra teoría nos muestra una posible colusión entre el crimen organizado y altos funcionarios gubernamentales, entre los cuales el principal fue Manuel Bartlett Díaz, ex secretario de Gobernación y ex director de la Comisión Federal de Electricidad durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador.

Por otra parte, eran muy reconocidas las investigaciones de Buendía respecto a las infiltraciones de los grupos de ultraderecha y el cártel de Guadalajara en la administración de la Universidad Autónoma de Guadalajara; otra teoría añade que el periodista fue asesinado por investigar estos nexos. Diversos autores también sostienen que el crimen fue consumado por el narcotráfico, coludido con altos funcionarios de la Dirección Federal de Seguridad, quienes veían al columnista como un enemigo a muerte por evidenciar sus nefastos vínculos.

Sin embargo, en 1999, Ángel Buendía, hermano del columnista, conmocionó al mundo del periodismo al mostrar una investigación más que pone en evidencia el grado de putrefacción de las instituciones mexicanas y las estadounidenses. Ángel Buendía concluyó en su libro Mi testimonio sobre el asesinato de Manuel Buendía que el periodista fue asesinado por órdenes de la CIA. Esto debido a que don Manuel estaba a punto de exponer los vínculos de la CIA, los grupos del narcotráfico mexicano y empleados gubernamentales, todos ellos aliados en operaciones ilícitas, entre las que destaca una: el entrenamiento y abastecimiento de armas para la contraguerrilla nicaragüense.

El homicidio de Manuel Buendía no sólo fue un crimen que encolerizó al gremio periodístico mexicano, representó el inicio de la violencia sistemática e impune contra el periodismo crítico en el país. Su muerte puso en duda la fragilidad de las garantías individuales en nuestro país frente a los intereses criminales y corruptos de nuestras élites empresariales y gubernamentales. Buendía era muy conocido por denunciar el narcotráfico y la violencia en un México cada vez más en decadencia, por lo que no es exagerada la afirmación de Miguel Ángel Granados Chapa al describir este crimen como “un asesinato efectuado por la narcopolítica”.

Hasta hoy, 30 de mayo del año 2025, el cobarde asesinato de Manuel Buendía continúa impune. Su crimen sólo fue un terrible preámbulo de lo que pasaría décadas más tarde con los miles de periodistas asesinados y desaparecidos en nuestro país, cuyo único delito fue enfrentar el poder y decir lo que otros callan por miedo. El asesinato de Manuel Buendía, si bien fue trágico, nos mostró el poder y alcance que pueden tener las notas periodísticas. Representa, a su vez, un antes y después del periodismo mexicano. Su deceso es, al mismo tiempo, un llamado a la reflexión, a la introspección y al análisis; un llamado permanente para defender la libertad de expresión. En 1984 fue Manuel Buendía, en el siglo XXI han sido más de un centenar de periodistas asesinados en pleno ejercicio de su labor.

Por Juan Manuel Pedraza, historiador por la UNAM.

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