Hace algunos días me incorporé como parte del Consejo Consultivo de IBEROMEX: La cultura nos une, una iniciativa que busca estrechar los lazos entre España y México a través del arte, la cultura y el pensamiento. Recibí la invitación con entusiasmo porque crear puentes —entre ideas, talentos y territorios— es algo que me mueve profundamente. Involucrarme con compromiso y alegría en los proyectos que valen la pena forma parte de quién soy.
Uno de los eventos centrales que impulsa IBEROMEX este año es la tercera edición del Festival de la Zarzuela, a celebrarse en octubre en la ciudad de Toluca. Para quienes no están tan familiarizados con este género, me pareció oportuno compartir algunas referencias que ayuden a mirar —y a escuchar— con mayor atención y sensibilidad este universo fascinante.
Mi primer contacto con la zarzuela lo asocié, como muchas personas, con la ópera. Ambas combinan música, teatro y canto, y dan forma a historias intensas, llenas de emoción y dramatismo. En la ópera predominan temas universales como el amor trágico, la muerte, el destino o la redención, representados con personajes de la nobleza, héroes épicos o figuras mitológicas. Nacida a finales del siglo XVI en Italia, la ópera se desarrolló dentro de los círculos aristocráticos, lo que explica su carácter solemne, su idioma dominante —el italiano— y su estética majestuosa.
La zarzuela, en cambio, nace en la España del siglo XVII con un espíritu más cercano a la calle que al palacio. Su fuerza está en lo popular: personajes del barrio, oficios cotidianos, tramas amorosas, enredos sociales, crítica política y mucho humor. A diferencia de la ópera, la zarzuela incorpora el habla popular, la picardía, los ritmos folclóricos y las situaciones que nos resultan familiares. Es un teatro musical con alma del pueblo, que celebra la diversidad cultural y lingüística.
En México echó raíces y floreció con fuerza. Durante décadas, sus melodías y personajes fueron parte de la vida cotidiana, desde los teatros hasta la radio y la televisión. La zarzuela en México tuvo una recepción vibrante, adaptándose al contexto local, mezclándose con nuestra riqueza musical y sumando voces que la reinterpretaron con acento propio.
Hoy, retomar la zarzuela no es solo un acto de memoria cultural, sino una forma de revalorizar la expresión artística de lo popular, del humor, de la crítica social con música, del teatro que canta desde la vida cotidiana. La zarzuela nos recuerda que la cultura puede y debe ser un espacio abierto, festivo, compartido.
Así que sí, vamos calentando motores para este Tercer Festival de la Zarzuela. Porque más allá de ser una fiesta musical y escénica, es también un espacio para reencontrarnos con nuestras raíces compartidas, para celebrar la diversidad y reconocer lo profundamente humano que hay en cantar —y contar— nuestras historias.
La cultura nos enseña que ningún océano es demasiado ancho cuando el arte, la memoria y la emoción nos siguen uniendo con fuerza desde hace siglos.